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viernes, 25 de septiembre de 2020

Sebastián

Rafael Espinosa / Espero no ser tan aburrido. Los maestros del colegio han de creer que paso el tiempo sólo pensando en la tarea; si supieran que realmente es lo que menos me importa. Sinceramente lo es mío es jugar y pintar, o jugar que pinto, o pintar jugando. El martes pasado, cuando mamá lavaba la ropa y papá se había ido a trabajar, me encerré en el cuarto y pinté las paredes. Dibujé un gran mar con olas azules y un barco grande de madera, con su gavia extendida, salvavidas a los lados y un grumete parado en la proa. Parecía una imagen simple, así que tracé unas líneas perpendiculares alrededor de un círculo y dije: esto es el sol. Sentí que a la gráfica le hacía falta un poco de arena, así que puse varios puntitos hasta abajo de la pared y marqué unos cangrejos en el piso. Ah, una palmera por aquí, casi pegado al ángulo de la siguiente pared, no queda nada mal. Estaba haciendo unas garzas y pelícanos volando, cuando escuché una frase prolongada:

 

--Sebastiaaán, qué haces? 

 

Era mamá. Mi madre sabe que me porto muy bien, salvo cuando me lleva a la peluquería. Odio que me corten el cabello.

 

--Dibujando, mamá!

 

Supongo que mamá pensó que dibujaba en mi cuaderno escolar...

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