•La historia de Jerónimo Domínguez
Rafael Espinosa / De padres que amaban
la literatura, el misticismo y la naturaleza, nació Jerónimo Domínguez Laso, en
el último tercio del siglo pasado, sin saber que años después sería uno de los
investigadores más apasionados de los cocodrilos.
Domínguez Laso, exdirector de uno de los
más importantes zoológicos de Latinoamérica, el “Miguel Álvarez del Toro”, en
Chiapas, tiene diplomas y reconocimientos internacionales por su labor en el
rescate, manejo, cuidado y conservación de estos ejemplares de descendencia
milenaria.
Más chiapaneco que queretano, su estado
natal, Jerónimo descubrió hace unos años en las aguas del Cañón del Sumidero a
los únicos cocodrilos azules en el mundo que han sido objeto de incalculables
estudios científicos.
Forma parte de los más destacados
especialistas en cocodrilianos en el país y ha realizado proyectos con
caimanes, cocodrilos de río y de pantano, en las costas del Golfo de México,
desde Tamaulipas hasta Campeche, así como en Yucatán y Quintana Roo y en toda
la distribución del cocodrilo de río por toda la vertiente del Pacífico.
A sus 41 años, ha colaborado en revistas
especializadas con artículos científicos, técnicos y de divulgación en la
materia y ha participado en programas de prestigio como National Geographic,
Discovery Channel, Viva Natura y en medios tanto nacionales como regionales.
Ha dedicado 22 años de su vida al manejo
de los reptiles y ha compartido parte de sus conocimientos —a través de más de
cincuenta cursos— a lancheros, comuneros, pescadores, y estudiantes en Chiapas
y en distintos estados de la República Mexicana; incluso en otros países como
Guatemala, Belice, Costa Rica, Colombia, donde hace poco se reunieron
especialistas de Centroamérica y Sudamérica, para aprender las técnicas
mexicanas de manejo de cocodrilos.
Es posible que usted lo haya visto
alguna vez en alguna parte, pues es un tipo singular que acostumbra una trenza
y barba largas, playeras estampadas de cocodrilos y colmillos como amuleto;
incluso, un cocodrilo gigante tiene dibujado en el faldón de su camioneta.
—¿Usted es el que caza a los cocodrilos?
—le pregunta una niña en la tienda.
—No, nena; yo los rescato y los cuido
—repone sonriente.
Recuerda que cuando niño salía al campo
con su resortera y podía cazar cualquier animal. Su padre se lo permitía con la
condición de que todo lo que cazara se lo comiera, porque el hombre, le dijo,
es el único animal que mata por placer, diversión o deporte, sin embargo, los
animales matan por necesidad como parte de la cadena alimenticia. Comió varios
animalitos pero jamás se imaginó un sapo en su plato.
Quizá esa lección haya sido la parte más
importante de su vida, pues en la cúspide de su juventud comenzó a interesarse
aún más en la vida silvestre, la flora y la fauna, aprendiendo cada día sobre
las especies que veía en su región, criando insectos, reptiles, aves rapaces y
algunos mamíferos; también conejos y ratas que vendía como alimento a un
herpetario en Querétaro. Ahí fue su primer contacto con los cocodrilos.
Al egresar como biólogo de la
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, por razones laborales
viajó a la Reserva de la Biosfera de Sian Ka'an, en Quintana Roo, donde conoció
al que habría de ser su mejor maestro en su vida profesional, don Vidal Vela
Sierra, mejor conocido como el “Ooch o el Diablo”, un legendario lagartero de
la región quien le transmitió muchos de los secretos sobre los cocodrilos.
Jerónimo ha aprendido y compartido
diferentes técnicas y métodos de manejo de los reptiles con grandes amigos y
excelentes cocodrileros de la vieja guardia, como David Montes “El Tata” y
Arnulfo Hernández “El Nucodrilo”, ambos en Chacahua, Oaxaca; así como con
Gonzalo Meredíz, Marco Lazcano, Rogelio Cedeño, Javier Carballar en Quintana
Roo, Francisco León de Sinaloa, Roberto Piza Ríos, el famoso “Tamakún” de
Guerrero; don Jesús Pérez de Alcuzahue Colima; Helios Hernández de Jalisco,
entre muchos otros que les han permitido crear una propia técnica depurada para
lograr ser el mejor.
En 2004 llegó como invitado al ZooMAT,
en Chiapas, para trabajar en el Cocodrilario donde materializó el “Museo del
Cocodrilo”, luego fue de los primeros en encontrar el cocodrilo azul y se
consolidó como el quinto director de este importante recinto que en aquel
tiempo albergaba más de cuatro mil animales de 250 especies distintas.
Cuenta que ha pasado semanas o meses al
acecho de un cocodrilo, tal como le ocurrió en un jagüey del municipio del 20
de noviembre, rumbo a Acala, donde un productor de peces le pidió ayuda porque
un reptil estaba acabando con la producción.
Recuerda que el animal rompía las redes,
eludía la carnada y salía a la superficie del agua cada dos o tres horas, hasta
que un día —cuando el productor había decidido sacrificarlo—, con la técnica y
el uso de un anzuelo de triple gancho, logró capturarlo, rescatando al hermoso
ovíparo de más de dos metros de longitud.
Asimismo, rescató a “Rogaciano”, un
ejemplar de cuatro metros, en la costa de Chiapas, que se encontraba causando
problemas a los habitantes, pues se comía a sus becerros. Con su captura y
reubicación a una de las Reservas de la Biosfera, se logró que no fuera
sacrificado y este acto incluso fue documentado en la película “El Toque del
Cocodrilo Azul”, dirigida por Petr Tomaides y Petr Myska, productores de
República Checa.
Hoy, cumple 14 años en esta entidad
sureña, enfocado exclusivamente a su Asociación Civil COMAFFAS AC
“Conservación, Manejo y Aprovechamiento Sustentable de Flora y Fauna
Silvestre”, rescatando cocodrilianos, reptiles, entre otros animales salvajes,
para después tratarlos, reproducirlos y/o liberarlos en el hábitat que les
corresponde y según los programas de investigación y trabajos coordinados con
las autoridades ambientales.
Asimismo, hace su mayor esfuerzo, junto
a su esposa “Berenice García Reyes”, Ingeniera en Tecnología Ambiental pero con
corazón de bióloga, y a un equipo de colaboradores, dándole seguimiento a
proyectos de conservación y diversificación productiva, como el caso del
proyecto con la gente de la comunidad de Osumacinta, donde se logró establecer
un cocodriliario que servirá como parte de un corredor de conservación y con
enfoque turístico en la zona.
Así también trabaja en el proyecto del
Centro de Conservación del Cocodrilo de Río, desarrollado en San Joaquín, a
orillas del río Grijalva, cercano al municipio 20 de Noviembre, entre otros
programas más.
En México se cuenta con alrededor de 40
cocodrilarios que operan al 100 por ciento con diferentes enfoques, de los
cuales en Chiapas se puede contar con unos cinco u ocho máximo, donde se
realiza la conservación y manejo de cocodrilos, es por eso que hay mucho por
hacer, dice, principalmente hacer conciencia en la sociedad y seguir formando a
buenos profesionistas y manejadores de fauna para que el día que deje este
mundo, reflexiona, haya gente cuidando de los reptiles.
Jerónimo radica en un poblado tranquilo
y caluroso, a 25 minutos de la capital chiapaneca desde donde continúa con ese
entusiasmo hacia la conservación de las especies de la vida silvestre.
Durante su trayectoria no ha sufrido
ningún percance grave a pesar del riesgo latente, por lo que sólo la fuerza del
cosmos, alguna fuerza sobrenatural o la rayuela de la vida podrán arrancarlo de
este mundo algún día, puntualiza.