•Fredy Valencia El
Puma, cantante, atleta, luchador y actor ocasional.
Rafael Espinosa /
El joven se acercó a la casa y tocó la puerta con cierta timidez.
—¿Qué desea?
—preguntó con gesto amable la señora al abrir la puerta.
El joven no supo
qué decir y titubeó.
—¿Me da la hora,
por favor? —.
—Las 11 con 15
—dijo al regresar de la sala.
Alfredo agradeció
el favor y pensó en retirarse, sin embargo, se armó de valor y reviró.
—Oiga señora... ¿No
se acuerda de mí? —.
—No —dijo la
señora, buscando en su memoria algún recuerdo.
El joven se aguantó
el dolor en el pecho.
—Soy tu hijo,
Alfredo —expresó con temple.
—¡Alfredo... ¡Hijo
mío! Corrió a abrazarlo y llorarlo.
—Quédate, hijo —le
dijo suspirando, después de un momento.
—No, mamá, mi vida
es la calle —. Se despidió.
*
Su madre se fue de
la casa por problemas maritales, cuando Alfredo tenía ocho meses de nacido. Se
quedó en manos de su abuela paterna en una vecindad de la Ciudad de México. A
los 18 años, fue a buscarla por consejo de su tío; ella tenía su pareja y dos hijos.
Su padre, por su parte, había hecho su vida con otra mujer con quien procreó
diez hijos más.
Aún era niño cuando
murió su abuela. Intentó vivir con su padre y su madrastra, pero llevaba una
vida difícil, de tal modo que estuvo poco tiempo con ellos. A la edad de seis
años, las señoras de la vecindad lo bañaban, lo vestían y cursó hasta el
segundo grado de primaria.
—Desde ahí comenzó
mi vida azarosa —recuerda Alfredo Flores Jaimes, mejor conocido como Fredy
Valencia El Puma, de 77 años de edad.
Desde la comodidad
de su terraza con vista panorámica, rodeado de macetones de rosas y tulipanes,
El Puma cuenta que durante su infancia comenzó a vender chicles con otros niños
del barrio. Conoció a un voceador a quien le dijo que quería vender periódicos
y revistas para ganar más, pero que no tenía dinero.
—Te voy a prestar,
pero si te vas con la lana te mato, hijo de la chingada —lo sentenció el
voceador en tono chilango, al puro estilo “Resortes”, recuerda—; pero sácate a
la chingada de aquí, vete por otro lado, no me estés quitando los clientes.
Anduvo ofreciendo
periódicos y revistas en la Calzada Tlalpan. Tiempo después, en la
adolescencia, se subía a los camiones a cantar, acompañándose del sonido de un
envase de refresco y un palito, dice.
—Oye, güero, cantas
bien, ¿Por qué no vas a la oficina de un partido? —le dijo un día un pasajero—;
sólo tienes que ir a las colonias en campaña.
Así inició su vida
de cantante. Como no tenía casa, dormía en un burdel con autorización del
dueño. “Vete al fondo, pero de todo lo que veas y escuches no le digas nadie”,
le advirtió. Al dueño le decían "El Barbón". Fue ahí donde vio algo
que lo dejó sorprendido.
Un día, quizá por
un juramento, dice, el dueño del burdel se sentó frente a un espejo y comenzó a
quitarse con pinzas depiladoras pelo por pelo toda la barba, recuerda como si
sintiera el dolor que sufrió aquel hombre.
Otro día, un trío
de cantantes no se sabía la canción “De mil Maneras” solicitada por un cliente
que dejaba buena propina. Fueron a buscarlo al fondo y ensayaron un par de
veces hasta que se acoplaron.
—¿Qué pasó? Si se
las saben ahí está el billete —expresó el cliente.
—¡Órale, tú! —lo
empujaron los músicos a Alfredo—; “De mil maneras quiero yo reconocerte...”
comenzó con su voz grave.
Años después, se
fue a Pachuca, Hidalgo, a trabajar de mesero a un centro nocturno donde había
bailarinas, cantantes y un maestro de ceremonia que conoció su talento. Un día
suplió al maestro de ceremonia y luego cantó una romántica que les gustó a
todos.
Al poco se
inscribió a la Anda (Asociación Nacional de Actores) con el nombre artístico
“Fredy Valencia El Puma”. Su representante lo llevó a cabarets, centros
nocturnos y bares de diversos estados del país al tiempo de entrenar
fisiculturismo, lucha libre (como rudo enmascarado llamado “El Incognito”) y
actuaba ocasionalmente en obras de teatro.
Como parte de su
gira llegó a Chiapas, cuando en el actual Mercado Los Ancianos (9ª Sur y 13ª
Oriente) era zona de centros nocturnos; era la orillada de Tuxtla Gutiérrez,
recuerda. También cantó en Tapachula y en otros lugares. Tenía 31 años; era
todo un artista. En este ambiente tuvo varias mujeres hasta que se enamoró y
casó con una chiapaneca con la que tiene tres hijas, en Tuxtla Gutiérrez.
A la par conoció a
personajes de la capital chiapaneca como don Tito Maza, el doctor Martínez
Ríos, entre otros deportistas, con los que comenzó su carrera de atleta.
Participaba en concursos de carreras pedestres, de tal modo que ha ganado más
de 300 medallas, reconocimientos y trofeos, en diversas categorías y
distancias.
Cantaba en
botaneros como “La Pachanga”, “Los Explosivos” y en el “Hotel María Eugenia”;
el Centro Nocturno “El Gitano”, en Tuxtla Gutiérrez, y “Tropicana”, en
Tapachula, entre otros más, así como en otros estados de la República.
Su sobrenombre
“Fredy Valencia El Puma”, se originó en un bar llamado “Perro Andaluz”, en
Michoacán, donde había en la pared la silueta de un felino.
—¡Y con ustedes,
“Fredy Valencia El Puma”! —lo inventó al momento el dueño del establecimiento
en altavoz; todos los presentes llenaron de ovaciones el lugar.
Desde hace 46 años
vive en Tuxtla Gutiérrez. A los 75 años de edad dejó de cantar a petición de su
familia. Tiene 40 años como atleta. Durante su vida jamás ha tomado y fumado;
su padre murió a causa del alcoholismo. Se levanta en la madrugada, hace pesas,
lleva a sus nietos a la escuela y aún sale a trotar con su hija en silla de
ruedas. Hace unos meses trotó hasta llegar a Berriozábal.
Su mayor alivio y
felicidad es estar con su familia.