Rafael
Espinosa / Simpatizante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y
siete veces preso por defender las causas sociales, José Luis Sánchez Huerta,
mejor conocido como “Guerrero Zulú”, fue en su tiempo también uno de los
mejores gladiadores de la lucha libre en Chiapas.
Separar
al personaje de su vida social sería una osadía, dice, pues por un lado ha sido
luchador incansable contra el mal gobierno y por el otro, con sus 31 años de
trayectoria profesional sobre el cuadrilátero, ha logrado ganar 21 máscaras y
18 cabelleras.
Con
la lucidez con que se recuerda metido en el sótano de la Procuraduría, también
de la misma manera rememora la primera vez que puso un pie sobre el ring
profesional, siendo un adolescente de 14 años, cuando, después de su debut,
terminó afiebrado, magullado y sin ganas de levantarse de la cama.
Oriundo
de la Ciudad de México, pero sintiéndose orgullosamente chiapaneco, el Guerrero
Zulú comparte su vida entre los movimientos campesinos, magisteriales y
estudiantiles, y al mismo tiempo continúa ejerciendo catapultas, tirabuzones,
topes suicidas y otras llaves, en la medida que sus 57 años se lo permiten.
Así
como formó parte de los cinturones de seguridad en las pláticas de conciliación
entre el gobierno y el EZLN, en el municipio autónomo de Oventic y San Andrés,
también compartió arenas con “Mil Máscaras”, “Blue Demon”, “Atlantis”, entre
otros luchadores de talla en la Ciudad de México.
Aún
poseedor de dos títulos estatales, semicompleto y welter, Guerrero Zulú está
punto de retirarse definitivamente después de ser campeón estatal en más de
diez entidades de la República Mexicana y ser gladiador estelar en países de
Centro y Sudamérica, así como en Estados Unidos y Canadá, sin que por esto,
advierte, deje a un lado su lucha inquebrantable por la justicia.
Sánchez
Huerta es padre de 13 hijos con tres esposas, la mitad de los que —hasta donde
se ha investigado— tuvo Pancho Villa, uno de sus más célebres ídolos cuyo
retrato está en su negocio de tacos y carnitas que actualmente despacha en el
Mercado Los Ancianos, en la capital chiapaneca.
Su
máscara la perdió en una contienda, hace unos siete años, contra el “Último
Guerrero”, sin embargo, este no fue motivo para abandonar las cuerdas y las
esquinas, pues lo mantiene vivo, dice, la euforia de los aficionados al borde
de los asientos.
Hace
más de 25 años viajó de la Ciudad de México a Chiapas, tras abandonar el cuarto
semestre de la carrera en Contaduría Pública, por una oferta de trabajo en su
ámbito profesional y al mismo tiempo por cuestiones familiares.
Recuerda
que comenzó a practicar karate en el Gimnasio Metropolitano, en Tacuba; no
obstante, un día por curiosidad se puso a observar los entrenamientos de lucha
libre que terminó convenciéndolo.
De
esta forma empezó a entrenar en el deporte del pancracio y ayudar a cargar las
maletas de quien hasta hoy considera su maestro, “El Solitario”. En una de esas
peleas profesionales, recuerda, faltó un luchador a la arena de Naucalpan de
Juárez, por lo que El Solitario lo invitó a subirse al ring.
—¿Quieres
luchar? —.
Sánchez
Huerta asintió un poco nervioso, pensando que era broma, dice, por lo de
inmediato El Solitario le dio prestado un calzoncillo y se trepó a la lona con
el mote de “Pedro Tello” por ocurrencia de El Solitario. Fue entonces cuando
“El Tigre Negro”, luchador del bando de los rudos, le dio una tunda que lo dejó
con hematomas, calentura e intensos dolores musculares.
Después
de esto es posible que no haya querido ver a su padre quien siempre estuvo en
contra de que practicara este deporte, mientras que su madre, quien era la que
le curaba las heridas, le decía: si tu sueño es la lucha, adelante, hijo.
Cuenta
que un día después de ganar su primer cinturón en el Pabellón Azteca de la
Ciudad de México, llevó la réplica del título a casa para presumírselo, no
obstante, su padre, aficionado al box y cuyo círculo de amigos eran el
“Mantequilla” Nápoles, entre otros boxeadores de fama, lejos de festejarlo, se
lo aventó al suelo.
Los
principales profesores que forjaron su carrera profesional fueron Cuahutémoc
“El Diablo" Velasco, en Guadalajara; Rolando Hernández Verástegui, mejor
conocido como “Rolando Vera o El Spirit", en Monterrey; y Antonio
Hernández “El Espectro"; todos ya fallecidos y grandes joyas del pancracio
en México.
Guerrero
Zulú revela que fue el primero en la historia de la lucha libre en México que
comenzó a utilizar flecos en su máscara.
El
nombre Guerrero Zulú, confiesa, nace luego de abrir un libro de geografía
universal, cuyo sobrenombre se relacionaba con el jefe de una tribu de África,
aunque Sánchez Huerta en sus inicios luchó también con el apodo de Dinamo.
Aparte
de ganarse la vida arriba del ring, agrega, apoyaba a su padre con la venta de
pescados y mariscos, incluso trabajó de ayudante de cocinero en una fonda para
aprender el menú que después despachaba en el negocio de su papá.
De
niño eran tres mis deseos, enfatiza: Ser luchador, doctor y juntar un millón de
pesos.
—El
primero y el tercero lo logré; el segundo quedó en una mera ilusión —sonríe el
exadministrador del mercado Los Ancianos, quien destaca a “Murcy Jr", “
Halcón Samurái" y el “Terrorista" (retirado por una lesión severa),
como luchadores locales de gran talento.
Una
vez, cuando regresaba achacoso de la cadera tras una lucha estelar en
Guatemala, su esposa le advirtió:
—¿La
lucha libre o yo; tú eliges ? —.
—Pues,
vas a tener que quedarte sola —le respondió adolorido.
Y
ahí siguen juntos.