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lunes, 9 de abril de 2018

Las travesías de un pintor


Fotos: Internet

•La historia del artista que fue futbolista

R. Espinosa / Rafael Galdámez Vázquez nació el 4 de junio del 84, en el municipio de Berriozábal, donde vivió una infancia azarosa y de carencia económica.

Hoy es considerado uno de los mejores pintores contemporáneos en México, cuyas obras han sido expuestas en América, Europa y Asia.

A la edad de nueve años comenzó a trabajar de vendedor de pan, calzado artesanal, ayudante de carpintero, fabricante de hamacas, peón, entre otros oficios dignos de presumir.

Su primer contacto con la pintura fue a la edad de diez años. Esa vez, su tía —empleada de casa de los ricos del pueblo—, les llevó a su primo y a él un kit de pinturas marca “Bob Ross” que los hijos de su patrón no querían jugarlo.

—No cabíamos de contentos —dice al tiempo de hacer memoria que Bob Ross era un pintor norteamericano de televisión que tenía un programa denominado “El placer de pintar”.

Por un momento llegó a pensar que su primo sería buen pintor porque dibujaba muy bien, mientras que él, sin dejar de tener contacto con las pinturas, se iba interesando más por el fútbol. En cada actividad siempre es entregado, cuenta, quizá por eso a los 15 años formó parte de la reserva de la Primera A en el extinto Guerreros Atlético Chiapas.

Sin embargo, su madre que siempre estuvo atenta a él, un día le advirtió:

—¿La escuela o la escuela? —. Sin darle más opción que dejar el fútbol y continuar sus estudios.

Intercalando su tiempo en el trabajo y la escuela fue haciéndole frente a las calamidades económicas hasta ingresar a una escuela técnica en electricidad que abandonó meses después.

Más tarde resolvió matricularse en Arquitectura, en las aulas de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), no obstante, desistió a la carrera antes de concluirla por diferencias académicas con un profesor en la clase de Diseño Gráfico.

—Tenía un concepto muy cuadrado y metódico con las figuras, sin permitir las libertades de la creatividad, lo que ocasionó cierto disgusto mutuo —rememora el ahora artista.

Lejos de que esta decepción escolar lo orillara a abandonar su pasión por la pintura, continuó de manera autodidacta siendo la primera muestra de sus obras, junto a otros jóvenes expositores, en el Parque de La Marimba, en Tuxtla Gutiérrez.

Recuerda que esa ocasión sólo llevaba 20 pesos para ir y regresar a Berriozábal, cargando al hombro sus cuadros, sin saber que ese día sería el protagonista en los medios de comunicación, pues todos se había ido a comer, de modo que cuando llegaron los reporteros sólo lo encontraron a él para entrevistarlo.

El también ilustrador de libros cuenta que el día que salió de Chiapas rumbo a Oaxaca, aquel 29 de julio del 2010, su mamá se casaba por la iglesia con su papá. Más tarde fallecería su madre víctima de cáncer.

Con una vida llena de vicisitudes, Galdámez Vázquez, quien tiene una gran admiración por la naturaleza mexicana, principalmente la de Chiapas, reconoce como su gran maestro al escultor y pintor oaxaqueño Alejandro Santiago, uno de los artistas más importantes de los últimos años.

Dice que lo conoció en un programa cultural de televisión y después lo contactó por teléfono. Este sería su primer viaje fuera de Chiapas y la plataforma profesional que lo llevaría a exponer sus frescos por más de 50 veces en la República Checa, Panamá, Japón, Costa Rica, Colombia, Estados Unidos, Alemania, y en distintas entidades del país, así como en el Senado de la República.

Galdámez Vázquez, el segundo de cuatro hermanos, admira a los pintores Amedeo Modigliani, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Gabriel Orozco, Javier Marín, Leonora Carrington, Aurora Reyes, entre otros grandes de la pintura.

En su trayectoria profesional, dice, se ha encontrado con personas de gran corazón que lo apoyaron en su momento; como los maestros Patricia Mota y Pedro Ortiz, así como Zoé Robledo, Juan Carlos Cal y Mayor Franco, entre otros que lo respaldaron cuando no tenía pinturas, pinceles o espacios donde exponer sus lienzos.

A sus 33 años, radica en Guadalajara, Jalisco, sin dejar de sentirse orgullosamente chiapaneco, advierte. Ha sido entrevistado en el programa televisivo “La Hora Nacional”, así como en otros medios nacionales y locales donde siempre ha expresado su pasión por los colores intensos y la libertad de su pincel.

—No pensé ser pintor —enfatiza vía telefónica desde las entrañas de su estudio—; pero estoy muy agradecido con el oficio que Dios me ha puesto en las manos.

Su gran amigo, el escritor y poeta chiapaneco, Roberto López Moreno, lo define así: “Es un pintor contemporáneo chiapaneco, es decir... un poeta del color pues, poeta de los latires que en Chiapas nos envuelven entre plumas y piares, entre escamas y cronométricas filosofías del nado que van desde las fuerzas hidráulicas hasta las inabarcables corrientes del sueño”.

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