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miércoles, 24 de agosto de 2022

La impaciencia de Juan Carlos antes de morir

 



Rafael Espinosa / Horas antes de la tragedia, Juan Carlos sorteó varias premoniciones excepto subirse al colectivo que lo llevaría a la muerte. Ese lunes aciago, estaba afligido de manera inusual. En su pequeña tienda de abarrotes habían acabado algunas cosas, por lo que dijo a su esposa que iría al centro de la ciudad para abastecerse de pan y galletas que hacían falta. Sin embargo, su esposa repuso que iría ella.

 

—No, quédate, voy a ir yo —insistió hasta convencerla. Se cambió de ropa, con la misma impaciencia con la que había amanecido.

 

Iría en su coche que había comprado tras vender su motocicleta hacía una semana. No obstante, el coche estaba fallando, además el camino estaba lleno de lodo tras las lluvias intensas de los últimos días.

 

Fue entonces que decidió ir al centro en colectivo cuya ruta pasa a una cuadra de su casa. A decir verdad, casi nunca usaba el colectivo.

 

Rumbo a la parada se topó a su sobrina quien trató de convencerlo a que se quedara a una junta de la colonia, pero Juan Carlos llevaba encima esa prisa inusual que a la sobrina también se le hizo extraño. Al fin tomó el colectivo.

 

Casi al medio día, cuando Juan Carlos venía de regreso a la colonia Rivera Guadalupe, al sur poniente de la capital, donde tiene su casa, ocurrió la tragedia.

 

Su padre, Juan Carlos, un hombre de edad avanzada, pero de buenas hechuras, compraba en una refaccionaria automotriz, no obstante, alguien veía la transmisión de un fatal accidente en las redes sociales. Se acercó a ver y observó que era un colectivo de la ruta 115 que su familia acostumbra a utilizar. De pronto, cambió de semblante y salió afligido con un presentimiento que le anudaba la garganta. Se dirigió rumbo al crucero del Bulevar Belisario Domínguez y Calzada 28 de agosto, a unas cuadras de ahí, donde reportaban la tragedia.

 

Recuerda que había un tráfico inmenso, de esos que se trasponen cuando más prisa tienes, dice. De modo que dejó el carro a unas cuadras y comenzó a correr en la medida que le permiten sus años. Cuando llegó había una cinta de acordonamiento de la policía. Estiró el cuello varias veces, detrás de la banda, hasta que reconoció la ropa y las botas de su hijo. Nomás agachó la cara y se pasó la mano en los cabellos. Efectivamente, era su hijo. Juan Carlos, de 45 años.

 

Ana Gabriela, hermana de Juan Carlos, estaba en su centro de trabajo, en un laboratorio de análisis clínicos. De pronto, recibió la llamada que la puso en un estado galvánico.

 

Este martes por la tarde, Juan Carlos yacía en un ataúd rodeado de flores y coronas, mientras fuera un par de carpas soportaban la ligera lluvia de agosto. La gente se protegía de la llovizna, bajo los toldos, entretenida con el recuento de la tragedia y rememorando, entre suspiros, las cualidades del difunto. 

 

Este miércoles, a las 10 de la mañana, el cuerpo de Juan Carlos será enterrado en el panteón de la delegación Terán.

 

En Rivera de Guadalupe, una colonia apartada de la capital, también velaban a la señora Flor de María García González, de 50 años, muerta también el accidente. El chofer del colectivo, identificado con el nombre de José Luis Alegría Hernández, también vivía en la colonia, sin embargo, cuentan, él y sus padres partieron en cuanto supieron de la tragedia.

 

 

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Nota: El accidente ocurrió el lunes 22 de agosto, a mediodía, cuando presuntamente el colectivo se quedó sin frenos y salió de la cinta asfáltica. Hubo dos muertos y más de 10 heridos. Del chofer nada se sabe. Ni el concesionario ni la aseguradora se hicieron responsables.