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lunes, 27 de febrero de 2012

La ciudad...



Por Rafael Espinosa: 

La ciudad, un desastre de guerra,
campo de topos, trinchera,
laberinto insistente.
.
Tráfico, estrés, carros chocones,
choferes sin licencia y usuarios
desprotegidos.

Derrame de agua, filtraciones del
caño, señalamientos torcidos,
contenciones desajustadas.

Tarifas altas, parques abandonados,
delincuentes sueltos, economía baja
y perros hambrientos.

Manifestaciones sin fuerza, estudiantes
débiles, patrones aprovechados, madres
solteras, padres sin hijos, familias profusas.

Malabaristas en cruceros, cigarros sueltos,
drogas escondidas, cervezas en estantes,
gente sin comida.

Oscuros bulevares, colonias en los cerros,
incendios de montañas, mendigos en las
avenidas.

Escaparates iluminados, compras frustradas,
indígenas orillados, artesanos de banqueta,
iglesias desoladas.

Hospitales repletos, enfermos desahuciados,
policías corruptos, salvajes; homosexuales
con miedo.

Mujeres desamparadas, políticos traicioneros,
defensores comprados, oscuros funcionarios,
riquezas inexplicables.

Erario sin fondos, deudas ocultas, diputados
sin palabras, desastre irresuelto, exmandatario
en la celda, fiscales de hierro.

Empresas zalameras, empleados sin sueldo,
obreros cansados, carros abandonados,
temblores continuos, desechos regados,
turistas pobres y fiestas populares.

Amores adúlteros, compromisos legales,
parejas perpetuas, pasiones furtivas,
y muertos sin justicia.
                

sábado, 25 de febrero de 2012

El supuesto ladrón de la azotea



Por Rafael Espinosa:
El presunto ladrón caminaba intranquilo sobre la azotea buscando dónde bajar, mientras que el “hervidero” de gente lo esperaba abajo lanzándole improperios para que se entregara.
Algunos habitantes de “Chiapas Solidario” se habían reunido al escuchar el grito de auxilio de don Sebastián Pérez que interrumpió el silencio de la madrugada; luego —a los cuatro vientos— la bocina de la colonia alertó a los demás vecinos de la presencia de un desconocido en el techo de una casa y los convocó a una reunión urgente.
El supuesto delincuente, quien se identificó después con el nombre de Marcos Guadalupe de la Cruz Bermúdez, de 18 años, intentó escurrirse en un árbol alto de la casa trasera, siendo interceptado por otro colono. Volvió a treparse y se desplazó hacia el otro extremo de la losa sin animarse a brincar los ocho metros, en el patio contiguo de otra vivienda.
La casa de don Sebastián, de unos 10 metros de ancho y 20 de largo, está en una esquina, en desnivel, de modo que el techo de la escuadra formada por la Avenida Higo y Calle Durazno está un poco bajo. Tres cuartas partes del inmueble tiene losa y sobre está existe un espacio abierto que dejó para una posible escalera.
Marcos intentó bajar por ahí y sólo consiguió romper el cristal de una taquera abandonada; subió otra vez debido a que otros lo cazaban por este lado. Cuando don Sebastián subió a su azotea por el patio de su casa, tres vecinos ya estaban arriba tratando de calmar al malandrín quien tenía un tubo en su mano para defenderse.
Por las buenas lo convencieron para que se entregara y dejó el tubo por un lado. Lo amarraron de los pies y de las manos para lanzarlo hacia un “suave” montón de arena de río, en la parte más baja del techo de lado de la calle, por donde se había trepado.
Para ese entonces, Rubisel Aguilar, presidente de la colonia, ya había pedido por teléfono una patrulla cuyos agentes pusieron al detenido a disposición de la autoridad competente. Don Sebastián asistió esa madrugada a las oficinas para darle continuidad a la denuncia.
En su domicilio, donde también tiene acomodado un changarro de abarrotes, don Sebastián Pérez recordó que ese día apenas cerraba los ojos para dormir, cuando escuchó —proveniente de su losa— el ruido estridente de unos tubos metálicos.
Salió a la calle, a la defensiva. Se le hizo raro que hallara una mochila abandonada fuera de su casa, incluso, a través de la ventana, le informó del hallazgo a su esposa. Subió la pendiente de la calle hundiendo sus pies en el polvo de caliche. Se ubicó en un sitio estable y clavó su mirada en la oscuridad hacia la azotea; nada extraño había.
De pronto, el presunto ladrón saltó hacia un desnivel de la misma azotea, ocultándose detrás de la ropa colgada del tendedero. “En ese momento comencé a pedir auxilio”, relató, al tiempo de explicar cómo corría el afligido muchacho sobre la azotea.
Cuando fue detenido, Marcos decía que se había equivocado de casa. Algunos de la turba le preguntaron si su casa era igual a la de don Sebastián y contestó que no. “Entonces ¿qué haces aquí?”, le dijeron. “Se quedaba callado”, narró don Sebastián.
Haciendo una revisión a su inmueble, don Sebastián se percató que Marcos tenía preparado para llevarse un cilindro de gas doméstico y un ventilador, los cuales habían sido sacados de una habitación sin ventana hacia el traspatio bardado.
Se enteró también que Marcos había apartado en un rincón de la azotea, la ropa íntima de su familia que estaba colgada en el tendedero. A través de los vecinos se informó que extrañamente dentro de la mochila había una blusa, un sostén y un par de zapatillas. Asimismo supo que Marcos tiene su domicilio, en la colonia contigua.
Al día siguiente del escándalo, los padres de Marcos llegaron a casa de don Sebastián para suplicarle que le otorgara el perdón a su hijo. Don Sebastián contó que los señores son grandes de edad y, a juzgar por su apariencia, de escasos recursos económicos. Fue tanto el sentimiento de la madre del muchacho que hasta lloró, por eso asentí pero con una sentencia, advirtió.

—¡Sí, pero ya no quiero verlo por aquí! —soltó con inflexión en la voz.

Fue ante el Ministerio Público y firmó un documento, recordó. Hasta ahora desconoce si Marcos está en el “bote” o goza de su libertad.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Niño continúa desaparecido



Por Rafael Espinosa:
Hoy (15 de febrero) se cumplen 26 días de la desaparición de Eduardo Meza Guillén, de cinco años. Un sábado salió a jugar con sus amigos en el callejón, junto a su casa, y nadie de por ahí lo ha vuelto a ver. Su madre acababa de bañarlo, después de la cinco de la tarde.
Dentro de 35 días cumpliría seis años. María Alicia Guillén, su mamá, de 42, lo ha buscado "hasta debajo de las piedras" o hasta donde le alcanza el dinero; ha viajado a Berriozábal, Arriaga, San Cristóbal, Comitán, Villaflores y San Fernando. La Policía, dijo, hace lo propio.
Con su rostro marchitado, doña María recordó que su hija recibió una llamada esa misma noche. El interlocutor le dijo que iban a matar al niño, sin que diera más detalles secretos por orden de la Policía.
El niño vestía pantalón de mezclilla, playera naranja y tenis Vans. Estudiaba tercero de kínder y vivía en la 1ª Norte entre 2ª y 3ª Poniente de la colonia Francisco I. Madero. Desde ese día su madre pegó carteles en casi media ciudad. Hasta ahora nadie tiene razón de él.
Ayer (14), en su modesto domicilio exhibió con ternura y lágrimas los juguetes del niño: una resortera y un avión. Cada que habla de su hijo se le quiebra la voz y se le llenan de agua los ojos.

Cualquier información favor de llamar al número: 044-961-17-1-84-75, con la señora María Alicia Guillén.


Niños asesinados por colectivos



Rafael Espinosa:
Un menor de tres años murió atropellado frente a su domicilio por un colectivo cuyo conductor intentó darse a la fuga, la tarde de este domingo en las inmediaciones de la colonia San José Terán, al sur poniente de Tuxtla Gutiérrez.
La tragedia se registró cerca de la una y media de la tarde (domingo, 12 de febrero), sobre la Calle Central entre 3ª y 4ª Sur, donde el menor Alejandro Landeta Alvarado, hijo de María de Jesús Landeta Alvarado, dejó de existir.
Israel Zárate Morales, de 32 años y chofer de la unidad 39 de la ruta 51, intentó darse a la fuga pero fue detenido -al parecer a golpes- por familiares del occiso y vecinos, a dos cuadras del accidente.
Según versiones, María de Jesús, de 44 años, salió de su casa y atravesó la calle sin que se percatara de que su niño venía detrás de ella. Apenas llegaba al otro extremo cuando ella volteó por el frenado intempestivo del colectivo.
Zárate Morales frenó por lo menos 20 metros; el niño literalmente voló unos diez metros al recibir el golpe.
El colectivo fue llevado al corralón, el chofer quedó detenido y el cadáver fue trasladado al Servicio Médico Forense.
María de Jesús fue valorada por paramédicos de la Cruz Roja, debido a que sufrió crisis nerviosa.

Piden orden en el transporte
Habitantes de la colonia San José Terán de Tuxtla Gutiérrez denunciaron que los choferes de las unidades de transporte público de pasaje usan las calles como autopista, motivo por el cual han matado a dos niños últimamente.
La Secretaría de Transportes sabe muy bien que en la colonia cruzan por lo menos cuatro rutas (51, 52, 98 y una más), cuyos conductores no respetan ni topes, ni reductores viales, mucho menos les importa el pésimo estado de la carretera, de modo que transportan a los usuarios como si fueran animales, lamentaron los colonos.
Anselmo Ruiz Rodríguez, tío del niño que murió atropellado por el colectivo de la ruta 51, denunció que también las autoridades municipales tienen conocimiento del caso, pues con anticipación los vecinos metieron documentos exigiendo topes o algo que redujera la velocidad de los choferes, en la Calle Central, entre la 3ª y la 4ª Sur.
El mismo día de la muerte del sobrino de don Anselmo, otro colectivo de la ruta 51 se vio involucrado en un accidente ocurrido en la 1ª Sur y 3ª Poniente de la delegación Terán, donde dejó un saldo de cinco heridos, entre ellos un menor de edad.
La unidad subió la banqueta y tiró una caseta telefónica de monedas, de modo que las autoridades sospecharon preliminarmente que el chofer conducía a más de 70 kilómetros por hora, razón por la cual posiblemente no respetó la luz roja del semáforo.
Ante esta situación, los habitantes exigieron a la Secretaría de Transporte Municipal y Estatal hacer operativos en la zona de manera frecuente, pues en ocasiones sólo están unos días y se olvidan, enfatizaron.
A dos cuadras de donde falleció el sobrino de don Anselmo, hace varios meses también fue atropellado y muerto otro menor de edad. Esa vez se armó una trifulca que el chofer, personal de la grúa y otras personas fueron golpeadas por un tumulto de gente enardecida.
Por eso advirtieron a las autoridades poner cartas en el asunto, debido a que podría haber un linchamiento o una masacre contra los choferes.

Chofer libre por 80 mil pesos
El conductor del colectivo que atropelló y mató a un niño de tres años en la colonia San José Terán, quedó libre al pagar una fianza de 80 mil pesos, informó Anselmo Ruiz Rodríguez, tío de la víctima.
Israel Zarate Morales, de 32 años, operador de la unidad 39 de la ruta 51, fue detenido a dos cuadras del accidente por familiares del occiso y vecinos, cuando intentaba escapar, el pasado domingo.
Don Anselmo, un hombre de 48, de abdomen pronunciado y barba, sintió impotencia al saber la noticia de la liberación del chofer. Y ahora se pregunta quién hará justicia por la muerte de su sobrino.
Ni siquiera la madre del niño y tampoco él tienen dinero para contratar un abogado, dice en una entrevista en la sala de su modesta casa, frente al retrato de su sobrino que está entre candelabros y flores.
“Así se las gastan los concesionarios y la justicia. Matan y pagan fianza como que si la vida fuera una mercancía, mientras que nosotros tenemos que sufrir la ausencia de nuestros seres queridos”, reflexiona.
Sentado en una silla de madera, con los muebles aún pegados a las paredes por el reciente funeral, don Anselmo confía continuar el proceso con la esperanza firme de que castiguen al responsable. Dice que luchara hasta donde pueda.

“No es posible que el asesino esté libre”, suelta con un dejo de enfado.

El concesionario, el ajustador de la aseguradora del colectivo y las autoridades, tampoco se han comunicado con él o con la mamá del occiso.

"Mientras que nosotros nos entretuvimos con el sepelio, los otros compraron a los burócratas que procuran justicia", puntualiza.

Otro niño muerto en Plan Chiapas
Otro niño de dos años y medio murió atropellado por un colectivo, cuyo chofer logró escapar, pero la unidad fue destrozada por una turba de vecinos, la tarde de este domingo 12 febrero, en la colonia Plan Chiapas del municipio de Chiapa de Corzo.
La tragedia se registró entre las cuatro y cinco de la tarde, cuando el vehículo de transporte público de pasaje subía a exceso de velocidad una ligera pendiente de terracería, en la Avenida Trituradora y la Calle, mejor conocida como "Caballo Negro".
El chofer de la ruta Ruiz Ferro (Chiapa de Corzo-Tuxtla Gutiérrez), al parecer responde al nombre de Osmar Fernando Ángel González, quien tras el accidente logró huir metiéndose en un domicilio y brincando corrales.
La unidad tipo Urvan fue abandonada por Osmar Fernando y destrozada por los vecinos. El concesionario prometió regresar al lugar para llegar a un acuerdo con los deudos; sin embargo, los engañó.
La mañana de este lunes (13 de febrero) se reunieron más de cien vecinos, quienes atravesaron el colectivo para interrumpir el tránsito del resto de las unidades. Inclusive, retuvieron tres vehículos de la misma ruta para ejercer presión.
Al colectivo que atropelló a Ángel Javier Gómez López, de dos años y seis meses, le instalaron una manta con el siguiente mensaje: "No choferes asesinos. Ni un niño más". Asimismo taparon la calle con piedras antes y después de donde estaba el colectivo averiado.
Salvador Torres Bautista denunció que los concesionarios "contratan choferes que no saben manejar, que son chamacos, que sólo bolos andan y son bien locos"
"Queremos solución; que venga él (concesionario), pues él se comprometió", intervino una señora de entre la multitud.
Los vecinos advirtieron que si el dueño del colectivo no se presenta reunirán más gente, bloquearán las calles y acabarán con los demás colectivos de la misma ruta.
A las cinco de la tarde, el colectivo continuaba atravesado y el solicitado concesionario todavía no se había aparecido.
Extraoficialmente se supo que don Jesús (desconocen el apellido, pero lo conocen en la colonia), tiene por lo menos 12 colectivos de la ruta Ruiz Ferro-Tuxtla, aunque sólo cuatro de éstos tienen permiso, pues el resto es "chocolate".
Con este caso suman dos muertes infantiles por atropellamiento de colectivos; uno en la colonia San José Terán de Tuxtla Gutiérrez y este último, ambos ocurridos este domingo 12 de febrero.

Entrevista con el abuelo
“Iba a comprar su trompo”, soltó el joven abuelo. José Luis está sentado en la banqueta de su casa, en el callejón Flamboyán de lajas y rocas enterradas, en Plan Chiapas.
“Era un niño juguetón, el que más jugaba con la familia”, recordó el trabajador del embarcadero de Chiapa de Corzo. Sus recuerdos parecen arrancados de su alma y sus ojos desvelados manifiestan cansancio.
En el callejón hay una lona ajustada a los corrales de sus hijos y un colectivo de garantía por la indemnización, del mismo dueño de la unidad que mató a su nieto.
José Luis habla casi dormido, con la mirada triste y la cara curtida digna de los lancheros.
“Es el segundo niño que mata”, disparó, en relación al fugitivo identificado como Osmar Fernando Ángel González.
Cuenta que el día de la tragedia la nuera llevaba de la mano a su nieto Ángel Javier, de dos años y medio, y en los brazos a su otra nieta.
“Don Jesús (dueño de la combi), se comprometió con nosotros para el jueves (16 de febrero)”, sostuvo con dureza.
De vez en cuando sus hijos cruzan bajo la lona, mientras que varias señoras están en el corredor de su casa donde fue el funeral.
“Al chofer lo van agarrar en donde esté; tiene que pagar lo que hizo”, sentenció el joven abuelo de gorra, camisa y huaraches. Eran las dos de la tarde.

Entregan parte de la indemnización
El concesionario del colectivo de la ruta Ruiz Ferro-Tuxtla que embistió y asesinó al niño dos años y medio, en la colonia Plan Chiapas, el pasado domingo 12 de febrero, firmó un acuerdo de indemnización con los deudos, aseguró José Luis Gómez Hernández, abuelo de la víctima.
El acuerdo se pactó, dijo, ante el fiscal del Ministerio Público de la Fiscalía Zona Centro, con sede en Chiapa de Corzo.
Este jueves el concesionario, al parecer Jesús Dahwlow, entregó 20 mil pesos a los familiares y se comprometió a pagar dentro de dos semanas (al medio día) el resto, es decir, los otros 40 mil pesos, cuya suma hace un total de 60.
La unidad que estaba estacionada fuera del domicilio del abuelo del niño, como garantía de la indemnización, ya fue recogida por el propietario.
El concesionario entregó a las autoridades copias de credencial y otros documentos del chofer para que lo detengan, dijo el abuelo del occiso.
Don Jesús Dahwlow, conocido de la colonia, tiene por lo menos doce unidades de transporte público de pasaje de esta ruta, de las cuales sólo cuatro tienen permiso y las demás son “chocolates”, denunciaron los habitantes.
El abuelo del menor y otros colonos dijeron mantener al tanto a la sociedad de los compromisos que hizo el concesionario con la familia.

lunes, 13 de febrero de 2012

¡Me lleva el diablo!



Por Rafael Espinosa:
Cuando abrió los ojos un resplandor inexplicable lo cegó por completo que tuvo que agacharse un poco para soportarlo. Alzó la vista y observó un paraíso inmenso a sus pies, con cabras, jirafas, elefantes, leones, pájaros, venados y otros animales salvajes, todos sueltos, transitaban mansos bajo un cielo descapotado, entre árboles cargados de frutos que tocaban el piso.
Caminó sobre el pasto verde, entre veredas florales, acarició algunos animales, acercándose a una laguna donde reflejó su cara y comprendió que no era un sueño pero tampoco aceptaba el paisaje como una realidad.
Era medio día. Apenas en la mañana había salido de su casa despidiéndose de su madre y de sus hermanos sin decirles a dónde iba. Quiso explorar la cueva prohibida del pueblo.
Ese día subió a la montaña equipado con una lámpara, un “pumpo” de agua, una carabina al hombro y su perro a un lado.
Penetró en la cueva. Dio unos pasos y llamó a “Chester”, su mascota. El sabueso daba vueltas en la entrada, caminaba hacia un lado y para otro, y gemía sin atreverse a cruzar el umbral.
Sujetándose de las rocas húmedas, bajo estalactitas, tomándose el sombrero para evitar que los murciélagos asustadizos se lo tiraran de la cabeza.
Avanzaba entre paredes escarpadas y piedras musgosas que provocaron su caída más de una vez. De pronto la lámpara fue perdiendo fuerza hasta quedarse en la oscuridad. A lo lejos vio una pequeña luz que sería la meta para después regresar. No tengo miedo, se dijo. Siguió; pero dejó la escopeta y su sombrero sobre un risco. Comenzó a desplazarse pecho tierra hasta cruzar y ver una luz intensa. Cuando abrió los ojos se acercó a una laguna de agua clara, donde vio su rostro moreno y su nariz aguileña.
Anduvo media hora sobre el prado, acariciando a los animales dóciles y disfrutando del canto de los jilgueros. Se quitó la camisa para envolver dos mangos del tamaño de una sandía, que había cortado para llevárselos a su casa.
Al regresar encontró a Chester en la entrada de la cueva. En el camino a casa saludó a los vecinos y nadie le contestaba.

“Me lleva el diablo”, dijo.

Abrazado de los dos mangos atravesó el corral hasta llegar al corredor de su casa de tejas de barro, mientras que Chester se escurrió debajo del alambrado.
Dominado por el cansancio, Cecilio se durmió en la hamaca rodeada de tiestos colgantes con plantas de ornato, pero antes había dejado los frutos gigantes en la esquina del corredor, junto a un macetón de helechos.
Más tarde llegaron su madre y sus hermanos aún preocupados por su desaparición. Lo habían buscado en los potreros, en las caballerizas y entre los surcos de la milpa, incluso fueron a casa de su novia sin tener noticias de él.
A las dos horas despertó con hambre, se instaló en la mesa acompañado de su familia sin que le sirvieran un plato de comida. Nada le dijeron, imaginándose que sus hermanos y sus padres estaban molestos por su repentina desaparición. 
En la noche se metió a la cama. Al siguiente día se levantó a tomar café muy temprano, pero en la casa nadie había. Se fue al cultivo de su padre sorprendido de que ni las palomas se inmutaran de su presencia.
A la noche próxima salió muy triste de su casa y anduvo por las calles polvorientas donde sólo los perros salieron a ladrarle. 
El lunes en la mañana su familia se marchó nuevamente al amanecer, mientras que Cecilio se sentó en el pretil del corredor.
A medio día su madre, acompañada de sus hijos, llegó muerta en llanto. Se había metido a la cueva y había encontrado la carabina, la lámpara y el sombrero de Cecilio, sobre una roca.
Cecilio corrió hacia su madre y la abrazó con todas sus fuerzas sin que ella lo sintiera. Su cuerpo nunca salió de la cueva, sólo su alma merodeaba en cualquier parte.
Durante su funeral los tíos que mataban el tiempo en el juego de barajas y aguardiente, contaron los finales trágicos de los que habían ingresado a la cueva encantada.
Uno de ellos relató que Raúl, el molinero, regresó a su casa sintiendo una sombra que lo perseguía y dejó de sufrir después de que un cura del pueblo lo bañó en una tina de agua bendita. José, el novio de Macaria, intervino otro, miraba cosas raras cuando estaba borracho.
O la leyenda de los abuelos, soltó otro, de aquel que quedó ciego al mirar la luz brillante de la cueva, como le ocurrió a Luis a sus 18. Murió de tristeza en las penumbras de su cuarto.
Entre las plegarias, juegos de naipes, mujeres que preparaban café y cena, Cecilio se dirigió al altar, clavó su mirada triste en su fotografía y comprendió que la reunión era la víspera de un sepelio sin cadáver. Vio el ataúd lleno de pertenencias suyas, con la lámpara, el sombrero, el “pumpo” y la carabina, sin que viera su rostro moreno claro, su cabello de lado y su nariz aguileña, como los había visto en la laguna del paraíso.
Luego acarició con nostalgia las flores frescas del altar, apagó los cirios, los mechones de lumbre empotrados en las paredes y todo quedó en completa oscuridad. Sólo escuchó el murmullo general. Tomó sus dos mangos grandes invisibles para los vivos y desapareció en las tinieblas rumbo a la cueva, atravesando árboles y matorrales.
Chester gemía viéndolo partir, corría en el patio como loco, regresaba a la sala a jalarle el vestido a la madre de Cecilio, pero la multitud estaba ocupaba en busca de fósforos.


viernes, 10 de febrero de 2012

Aparece Virgen en árbol

Chiapa de Corzo


Por Rafael Espinosa:
La imagen de la Virgen de Guadalupe apareció en la guarida de un grupo de alcohólicos. Emilio, hijo de la dueña del terreno baldío, despertó impulsado por alguien y fijó la vista en el tronco de un árbol de aguacate; ahí estaba la estampa.
Desde ese día, 12 enero, Emilio y sus amigos de juerga, contaron a la gente el milagro y sólo les creyeron (25 días después, el 6 de febrero), cuando un vecino comprobó la silueta en la corteza.
La noticia fue un contagio general, que el jueves (9 de febrero) en la noche, la imagen fue venerada con rezos, cohetes y los tradicionales sonidos del pito y el tambor.
Al principio el sacerdote de la iglesia grande del pueblo pidió pruebas y algunos habitantes contestaron que arrancarían el árbol, dijo alguien del tumulto de ayer, que contemplaba la imagen rodeada de más de cien veladoras, nueve arreglos florales y una alcancía con unas cuantas monedas.
Este jueves en la noche la avenida Álvaro Obregón se llenó de carros, cerca de mil fieles entraron masivamente al terreno baldío, a la hora en que el cura rociaba agua bendita al árbol de aguacate del grueso de una lámpara de alumbrado público.
Ayer al medio día, Gregorio Aguilar se apartó del grupo que le prendía veladoras a la efigie católica y entendió la manifestación como un mensaje para que sigan creyendo en ella, pues supuso que aparece en los lugares donde se van perdiendo la fe.
La señora Olga Tasías Ralda comentó que era un milagro, cuando salió del corral.
Angélica Torres Sánchez, de 80 años, quien regresaba a su casa apoyada del brazo de una muchacha, opinó —con profundo sentimiento— que “sólo Dios sabe… es el único que nos tiene que salvar de todo”.
Juan Carlos Liévano, sentado en la banqueta de enfrente con sus amigos alcohólicos, soltó orgulloso que él es el guardia de la imagen. Él y sus compañeros casi todo el tiempo están donde fue el milagro o enfrente, donde la fe posee un magnetismo religioso que atrae a estudiantes, enfermeras, niños, ancianos, campesinos y amas de casa.
Jesús Yolanda Torres tiene 62 años de edad y 28 viviendo en Chiapa. Sintió una gran admiración por la imagen, “mucha gente no cree en los santos, a lo mejor por eso se manifestó”, dijo después de que hincada le rindió una oración a la silueta de la Virgen.
Recientemente, Emilio y sus compañeros enfermos habían limpiado el lote, sin que hayan visto la silueta.
Los vecinos dijeron que los alcohólicos casi siempre sombreaban bajo un árbol de mango, a unos pasos del milagro.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Catedrático golpeó a su alumno



Escuela primaria "Fray Víctor María Flores", en el fraccionamiento San Pedro Mirador, a dos cuadras de la Casa de Gobierno, en Tuxtla Gutiérrez.


Por Rafael Espinosa:
Un catedrático de primaria iba a ser detenido por pegarle —dentro del salón de clases— a uno de sus alumnos con una vara; sin embargo, el director y maestros intimidaron a los padres del menor, motivo por el cual la Policía se retiró del lugar.
Manuelita de Jesús Paniagua Jiménez le llevó su desayuno y estaba a punto de levantar sus cosas, cuando su niño —de nueve años— regresó llorando al portón de la entrada. Dijo que el maestro le había pegado con una vara de madera con la cual golpea al resto de los alumnos y esconde en el escritorio.
La señora le dijo a su hijo que se bajara el pantalón y comprobó que su menor aún tenía las piernas marcadas e hinchadas. Le ordenó que fuera por su mochila y le dijera a la secretaria que le abriera el portón para que se fuera con ella.
El inculpado, Marcelino Sibaja de los Santos, desde el otro lado del portón, desmintió que le haya pegado, que ella estaba haciendo grande el asunto, declaró Paniagua Jiménez fuera de la escuela.
Minutos más tarde, agentes de la Policía local y estatal, a bordo de patrullas, custodiaron las entradas principales de la escuela después de tomar datos del agraviado y de los papás. Era cerca del medio día.
Al enterarse de la noticia por alguien que le llamó, el director de la escuela (Moisés Domínguez Gordillo) se aproximó en una camioneta familiar de lujo que estacionó enfrente.
En una entrevistado antes de entrar al plantel, Domínguez comentó que en ese momento comprobaría si se trataba de una agresión; negó que haya habido otra queja de esta naturaleza y tampoco que los padres de familia le hayan entregado algún documento de solicitud de cambio de maestro por su mala conducta.
Hizo una promesa ante los medios de que si era cierto procedería en consecuencia, pues no puede permitir que esto ocurra, porque “puede ser mi hijo y no lo permitiría”, reflexionó. Levantaría un acta administrativa contra el profesor como corresponde y en ese momento llamaría a las autoridades educativas, sentenció, casi al tiempo en que atravesaba el portón de la institución.
Luego, ya detrás del portón de la entrada, intimidó y amenazó a la mamá del menor y al papá, quien había llegado momentos antes, advirtiéndoles que entraran para hablar sobre el tema: “ahora o nunca”, soltó alterado y se dio la vuelta. 
Pasó media hora de este altercado cuando llegó Jorge López Hernández, supervisor de la Zona 055, siendo topado por los reporteros en el portón.
Durante la breve entrevista dijo que revisaría los antecedentes del maestro y evitó dar un veredicto al respecto. En un momento dado de que Marcelino resulte responsable, agregó, lo despidiremos de la institución.
Se le recordó que los padres de familia hicieron un reporte documentado del mal comportamiento del catedrático y se le preguntó si el director podría pagar las consecuencias por desatender la denuncia.
López Hernández evitó responsabilizar al director, pues “primero es necesario investigar el caso; sólo me dijeron que yo me traslade (a la escuela)” y negó que exista otra denuncia de este tipo en la escuela.
Pasado del medio día, los papás del niño de tercer grado grupo "B", pasaron a las oficinas del director donde él y otros maestros se encargaron de intimidarlos con la falsa idea de acusarlos de privación ilegal de la libertad porque la Policía tenía sitiado el plantel.
No obstante, la Policía únicamente esperaba a Marcelino Sibaja de los Santos, a nadie más, para presentarlo ante las autoridades correspondientes, sitio en que también acudirían el agraviado y sus tutores para continuar el proceso legal.
Llegó la hora de la salida de los niños. Más tarde salieron también Margarita, su esposo y su hijo, impotentes y amenazados, motivo por el cual decidieron interponer su denuncia formal ante las autoridades correspondientes. 
Le dijeron a la Policía que actuarían por la vía pacífica, donde el proceso jurídico seguramente será lento hasta el fastidio.

Antecedentes
Manuelita de Jesús Paniagua recordó que anteriormente varios padres de familia hicieron un documento para sustituir a Sibaja (quien oscila entre 50 y 55 años), debido a que en otras ocasiones también reportaron su actitud violenta contra los niños.
El director del plantel, Moisés Domínguez Gordillo, jamás hizo algo pese a tener conocimiento del problema. Decía que hablaría con Marcelino y que el asunto cambiaría, aunque “todo sigue igual”, denunció la madre.
Una vez varios padres llegaron a la institución para alegar la conducta del profesor quien argumentó que tenía problemas familiares, que su esposa estaba muy enferma, por eso se comportaba así, puntualizó la señora.

viernes, 3 de febrero de 2012

Relato de un asalto


Por Rafael Espinosa:
Andrés Vélez Villalobos, de 22 años, continúa preso en El Amate por su presunta participación en el asalto de la empresa “Presta Prenda, Banco Azteca”, la mañana del domingo 29 de enero, en la Avenida Central y 10 Poniente de Tuxtla Gutiérrez.
Aparte de Andrés Vélez, los otros detenidos responden a los nombres de “José Enrique López Ovilla, encargado de bodega; Fernando Mondragón, valuador; José Esteban Salinas Ocaña, gerente y encargado del banco”.

A continuación la declaración de Vélez Villalobos:

“Llegué a mi trabajo a eso de las 08:35, donde ya estaba un compañero de nombre Enrique Ovilla quien es encargado de la bodega y resguarda la llave del negocio, por lo que quitamos los candados de la entrada principal y procedimos a desactivar las alarmas”.
“Enrique se metió a ponerse el uniforme y en eso llegó Fernando Mondragón, quien se desempeña como valuador, mientras tanto, yo me fui a encender la computadora para empezar a trabajar”.
“Posteriormente fuimos a quitar candado de las cortinas de afuera, entramos Fernando y yo de nueva cuenta a la sucursal. Me instalé en mi ordenador y Fernando se fue al área de SITE para luego entrar al búnker”.
“En eso nos tocaron el vidrio de la entrada principal; eran un hombre y una mujer, por lo que me acerqué a la puerta sin abrirla y en la rendijita les pregunté qué deseaban”.
“El sujeto contestó: ¡Somos supervisores de auditoría¡, y les contesté ¡espérenme, voy avisar!; me dirigí a Enrique para decirle y él me dijo que no les diera entrada, que hasta que den las 9:00 de la mañana”.
“Regresé hacía los sujetos y les dije que se iba abrir hasta las 9:00 y ellos nada me dijeron; se retiraron de la puerta y se pusieron a un metro, donde se encuentra un poste de luz de madera, para esperar a que abrieran”.
“Posteriormente llegó José Esteban Salinas Ocaña, gerente y encargado del banco. Tocó la puerta para que abriera, por lo que decidí darle acceso, y cuando abrí, inmediatamente se acercaron los sujetos (los ladrones) y entraron detrás de Esteban”.
“Una vez que entraron me encontraba en el área de ejecutivos o área de espera de clientes. El sujeto nos indicó que nos metiéramos al área llamado SITE y nos advirtió que era una revisión, que pasáramos a esa área”.
“Me dirigí hasta al fondo, pero cuando volteé a ver los dos sujetos, éstos gritaron: ¡Tírense al suelo hijos de su madre, pendejos!, por lo que regresé a donde estaban mis compañeros y vi a Esteban tirado en el suelo, a mis pies, y volteé a ver al señor quien estaba jalando un arma, me apuntó e hizo que me tirara al suelo”.
“Mientras tanto Fernando ya se encontraba de rodillas, con la cabeza hacia abajo, y ya no pude ver qué hacían, únicamente escuché que gritaban que abrieran la puerta del búnker y preguntaban cuál era la clave”.
“Después, los sujetos pedieron nuestras pertenecías y mi celular Nokia, color negro con rayas rojas, número 9611961145 de Telcel; luego nos amarraron las manos y pies con cintillas de plástico, a Fernando, a Enrique y a mí”.
“Nos dijeron que el que volteara le quebraban la madre. ¡Acuérdense que tienen familia, el jefe está afuera!; la mujer le decía que le pusiera el silenciador al arma de fuego. Nos dejaron amarrados y se dieron a la fuga, pero antes nos amenazaron diciéndonos que el que saliera lo iban a matar y que no los siguiéramos, porque alguien estaba fuera vigilándonos”.
“Pasaron como uno o dos minutos e intentamos desamarrarnos. No queríamos salir porque teníamos miedo, lo que hicimos fue entrar al búnker y cuando entramos nos percatamos que en la base del imán que sella la puerta, se encontraban tres monedas de 5 cinco pesos”.
“Supongo que lo pusieron para que no se cerrara la puerta, por lo que entramos al búnker los cuatro, Fernando, Esteban, Enrique y yo. Esteban le marcó a Sonia Vázquez, gerente de la sucursal Banco Azteca, Plaza Polifórum, mientras que yo me acerqué al botón de pánico para pedir ayuda pero éste no funcionó”.
“Como Esteban ya nos había dicho que habían anclado (cuando la caja principal se excede de efectivo se baja a otra para que lo recoja Cometra), entonces metí la mano en la caja de banco donde guardamos el dinero para ver si de verdad el dinero había quedado anclado”.
“En eso Fernando empezó  a decir que se iba  a armar un desmadre en el búnker, que iba a empezar a tirar todo para que se viera el asalto muy feo. Agarró un extintor y lo dejó caer al piso. Enrique Ovilla le dijo que no hiciera eso y cuando Fernando quiso levantar el extintor éste se disparó y todos salimos del bunker por el humo (o polvo)”.
“Ya que estábamos fuera, Fernando dijo que iba a sacar el resto de las alhajas; salió al área de SITE donde están las maquinas y las desconectó. Cuando regresó nos dijo que había desconectado el sistema para que las cámaras no grabaran y pudiera sacar las alhajas que los ladrones no se llevaron y así se les pudiera echar la culpa a ellos”.
“En eso se volvió a meter al búnker. Yo entré con él y vi que empezó a abrir la caja. Una vez que la abrió salió a buscar una bolsa, pero Enrique le proporcionó una de plástico amarilla”.
“Vi que Fernando metía todas las bolsitas con alhajas de la caja de seguridad que él había abierto, sin que pueda precisar cuántas bolsitas eran. Fernando las guardó dentro de la bolsa de plástico amarillo y la llenó; en eso de nuevo salió hacia el área de SITE”.
“Fernando me dijo tú no digas nada y yo le contesté que nada iba a decir pero que no me metiera en sus rollos. Me dijo que me llevara la bolsa a mi casa, pero le dije que no, que no quería problemas, que él viera qué hacía”.
“Esteban le dijo que si lo iba a hacer que lo hiciera de una vez, pero que tampoco a él lo metiera en problemas. Fernando se puso indeciso, no sabía qué hacer. Mientras Enrique estaba en la puerta cubriéndolo, Fernando salió del negocio hacia la 1ª Norte y ya no lo vi porque me quedé dentro de la sucursal”.
“En eso salieron Esteban y Enrique para pedir ayuda a la tienda Electra; yo les dije que iba con ellos, pero Enrique me dijo que no, que mejor me quedara dentro de la sucursal; regresaron a los diez minutos aproximadamente”.
“Se quedaron afuera y le pidieron apoyo a un JC (Jefe de Crédito de Banco Azteca) para hablarle a la policía. En eso sonó el teléfono, entré al búnker y al contestar supe que era el jefe de Enrique y Fernando; le comenté lo que había pasado”.
“Me dijo que le pasara a Fernando, por lo que rápido salí y desde la puerta principal les dije que les hablaban. Fernando ya estaban con ellos y ya no tenía la bolsa de plástico amarillo; eran alrededor de las 09:05 horas”.
“En ese momento nos sentamos los cuatro en el área de ejecutivos y fue cuando llegó mi compañero Iván de Jesús González Ramírez, después los policías quienes nos entrevistaron y nos indicaron que teníamos que declarar. Asimismo se presentaron nuestros jefes”.

Descripción de los bandidos y otras observaciones
Los ladrones, dijo, vestían uniformes similares a los que se usan en la empresa. El hombre era de 1.75 metros en promedio, complexión delgada, cabello negro corto, tez clara. La mujer portaba una mochila de color beige o café, de 1.65 aproximadamente, de complexión media llenita, de cabello largo color negro y ondulado, tenía la cara redonda, morena clara, pestañas largas, muy maquillada.
La puerta del búnker, agregó, se abre con una clave cuyo código sólo lo tiene Esteban, Jorge Luis y Enrique. Tiene un retardo de ocho minutos para abrirse y 20 segundos para que puedan entrar. Casi siempre Enrique, Jorge Luis y Fernando, ponen una moneda en el imán para que la puerta no se cierre y así puedan entrar sin necesidad de ingresar la clave nuevamente y esperar los ocho minutos.
Asimismo confesó que el botín se lo repartirían entre Enrique y Fernando. Esteban y yo callaríamos sin pedir nada a cambio, porque no queríamos problemas. Fernando había dicho que él y Enrique ya tenían problemas de por sí por faltante de alhajas en la sucursal.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Secuestran y liberan a una menor



Por Rafael Espinosa:
Ana se dirigía al gimnasio cuando fue secuestrada por hombres armados; antes de que la subieran al coche corrió y alcanzó hablarle a un familiar a través de su celular. Decía, agitada, “que ya no podía más, que la venían siguiendo”, contó una fuente.
Los desconocidos dejaron en claro que se trataba de una venganza presuntamente familiar y la adolescente —de 17 años— no era la pieza principal. Esto lo supo en el momento en que la encañonaron y la subieron al carro, agregó la fuente.

“Tu no eres la culpable, pero por culpa de otra persona la vas a pagar”, le dijeron.

Se sospecha que ningún vecino de la colonia San José Yeguisste logró anotar las placas del Tsuru rojo, lo cierto es que al momento de que el Consejo Estatal de Seguridad Pública terminó de recibir la llamada, activó también una alarma general para todos los agentes. Eran alrededor de las 11:30 horas.
Desde ese instante la Policía implementó un operativo, mientras que los raptores obligaban a la menor —mediante llamadas— a mentir a sus familiares, a fin crear una confusión sobre su paradero. Les decía que la llevaban rumbo a la salida a Chiapa de Corzo, luego que estaba por la Torre Chiapas y finalmente que la dejarían en la colonia Ojo de Agua, cerca de Plaza Las Américas.
Una hora más tarde, aproximadamente, la Cruz Roja recibió una llamada en la que le solicitaron de urgencia una ambulancia, en el Bulevar Laguitos, a unos metros de la rotonda Reloj Floral.
Se supo después que Ana fue abandonada por sus victimarios en esta rotonda. Ella se internó en un terreno baldío, de pasto seco, quizá por miedo.
Minutos más tarde ella pidió auxilio en la caseta de vigilancia de la Sagarpa (Secretaría de Agricultura Ganadería Desarrollo Rural Pesca y Alimentación), a media cuadra de ahí, contó la fuente.
Durante el recorrido, a bordo del auto de los secuestradores, Ana sufrió golpes, ahorcamiento, maltrato psicológico y la violación no llegó a consumarse,  debido a que Ana estaba en su ciclo sexual, se dijo.

“Ni para esto sirves”, la reprendieron los desconocidos al enterarse, abundó la fuente.

La adolescente fue hallada con un laso en la mano, con el cual los raptores pretendían estrangularla, estaba en crisis nerviosa. A través de un sondeo con otras fuentes, se supo que la joven fue sentenciada al bajar del coche.

“Corre mientras puedas”, le ordenaron los hombres de mediana edad, de estatura alta y de cuerpos intermedios, señalaron.

Ana ingresó al hospital anexo a la Cruz Roja a las 13 horas, custodiada por un convoy de patrullas y agentes especializados. Iba acompañada de su padre, un hombre de abdomen pronunciado, entrecano, de lentes y de unos 55 años, presuntamente concesionario de taxis.

Por orden de la Policía, su padre se negó a hacer declaraciones.

“Eso me dijeron; sólo voy a declarar en la SIEDO (Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada)”, puntualizó.