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lunes, 23 de octubre de 2017

Hombres cuervo




Por Rafael Espinosa:

Los “Hombres Cuervo” viven rodeados de lagunas en la zona norte Chiapas, sobre la llanura costera del Golfo de México, a unos 350 kilómetros de la capital chiapaneca, Tuxtla Gutiérrez.
Les llaman así porque se bañan o se humedecen el cuerpo varias veces al día, como los cuervos se zambullen en las orillas de los humedales.

Habitan en la comunidad Punta Arena, municipio de Playas de Catazajá, una población aproximada a los mil habitantes, donde son visitados por estudiantes, maestros, periodistas y curiosos, quienes llegan en coches, autobuses o en lancha.

Los Hombres Cuervo son personas que carecen de poros en la piel y por lo tanto no transpiran, motivo por el cual tampoco pueden liberar el calor corporal y tienen que bañarse en repetidas ocasiones o usar camisas húmedas para refrescarse.

Además, se caracterizan por tener la frente olímpica, pómulos anchos, mandíbula triangular, labio superior corto y fino, labio inferior grueso y revertido, el cabello escaso, ralo y claro, la piel delgada y la nariz hundida.

También presentan cejas y pestañas despobladas, ojos azulados, alteraciones en las uñas, orejas ligeramente puntiagudas y falta de dientes, aunque algunos sólo desarrollan los "colmillos".
Doña Prudencia Vázquez López, de 42 años, madre de dos niños cuervo, cuenta que la historia surge a principios del siglo pasado, con la llegada a la comunidad de un hombre y sus tres hijas procedentes de Hungría.

Se presume, dice, que el hombre tuvo relaciones con sus hijas cuyos bebés nacieron con esta patología.

De acuerdo con la descendencia familiar, una de las húngaras se unió a don Prudencio Vázquez Cruz con quien procreó cinco hijos, entre ellos a don Urfencio Vázquez Góngora, Hombre Cuervo que falleció a los 70 años y padre de doña Prudencia.

Ninguno de los hermanos de doña Prudencia nació con estas características, siendo que su padre don Urfencio era Cuervo y su madre, doña Aura del Carmen López Sánchez, era mujer normal del pueblo fallecida a los 60 años.

Sin embargo, dos de los cuatro hijos de doña Prudencia nacieron con esta enfermedad congénita, pese a que ella y su esposo Mauricio Cruz Vázquez son normales.

A doña Prudencia casi no le gusta hablar del tema y tampoco exhibir a sus hijos, debido a que muchos “sólo llegan a tomarles foto, prometen apoyarlos, pero nunca regresan”.

Recuerda que el cantautor mexicano “Juan Gabriel”, personalmente prometió ayuda pero el apoyo nunca llegó.

“No sé por qué”, dice desde su cocina de palma, en la orilla de la laguna.

Ahora todo aquel que quiera información tiene que incentivarlos o por lo menos dejarles una cuota voluntaria.

Hoy, el mayor de sus hijos, de 23 años, está trabajando de albañil en Playa del Carmen y el otro, de 16, se encuentra en la escuela preparatoria.

Comenzaba a prolongarse la plática cuando, de pronto, se interrumpe la conversación por la llegada de don Mauricio, su esposo, a quien no le gusta hablar de la enfermedad de sus hijos con advenedizos.

El hombre parecía enojado; bajó de la canoa y atravesó el patio hacia su casa, con varios racimos de plátano en las manos.

“Lo siento”, dice doña Prudencia. Se fue detrás su esposo.

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A dos cuadras y media de ahí, en una casa de techo de láminas metálicas, similar a la mayoría de las viviendas que hay en Punta Arena, vive su primo hermano Porfirio Díaz Vázquez, un Hombre Cuervo soltero, de oficio pescador, de 60 años.

Cuando está en su hogar, don Porfirio tiene que echarse agua por lo menos 64 veces al día y cuando trabaja usa camisas gruesas que humedece constantemente en la laguna, para mantenerse fresco durante más tiempo.

“El agua es nuestra vida; podrá faltarnos comida pero el agua no”, suelta don Porfirio, sentado sobre una banca de madera.

Frente a él se encuentra su hermano Ruperto, un hombre normal de oficio peluquero, que le corta el cabello a un vecino.

Al igual que los demás Hombres Cuervo, don Porfirio no aguanta ni una hora sin agua, porque inmediatamente se llena de parches colorados o le sangra la nariz, por eso casi siempre lleva una garrafa de agua a donde quiera que va, o en su defecto se baña a cada rato en la laguna.

“Ellos (los Hombres Cuervo) tienen la ventaja de que nos le pica el mosquito, porque no tienen poros”, comenta sonriente el vecino, mientras le quitan el pelo.

Ocario Díaz Correa y Joaquina Vázquez Góngora, ambos de 80 años, son los padres de don Porfirio. Ellos son personas normales que tuvieron ocho hijos, de los cuales sólo don Porfirio y su hermano Paulo, de 52, son Hombres Cuervo.

“Por ahí anda”, señala Ruperto hacia la calle, refiriéndose a Paulo.

Así como don Porfirio hay siete Hombres Cuervo más: un joven estudiante de preparatoria; otro que es ganapán; un campesino; un muchacho universitario, un albañil; un agricultor; y una mujer con características menguadas. La mayoría esta soltera, salvo el campesino que tiene su mujer con quien procreó un hijo normal.

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Fany Kramski Soto, dermatóloga del Hospital General Regional de la capital chiapaneca, explica que el nombre científico es displasia ectodérmica anhidrótica.

Es una genodermatosis, agrega, enfermedad que se hereda, debido a defectos cromosómicos en grupos o comunidades donde hay consanguinidad.

“El problema se presenta donde se casan entre familiares, porque el tipo de herencia es autosómica recesiva ligada al cromosoma X; no es una enfermedad frecuente, se da en dos personas que tengan el mismo defecto genético”, argumenta.

Aunque ellas son las que portan el defecto genético en el cromosoma, son los hombres quienes presentan estas características físicas, resume la especialista.

De acuerdo con la versión de Kramski, la esperanza de vida de los Hombres Cuervo es buena si ellos acatan las indicaciones que se les da, entre las que destacan vivir en un clima adecuado, mojarse constantemente la piel, usar ropa fresca, no hacer demasiado ejercicio y llevar una vida de actividades tranquilas.

No obstante, los Hombres Cuervo están adaptados al clima cálido húmedo de la región, a hacer trabajos pesados, y tampoco tienen deseos de irse a otro lado porque, dicen, “aquí tenemos a nuestra familia, nuestro patrimonio”.

Algunos paliativos para sobrellevar la enfermedad consisten en cremas hidratantes y antipiréticos, puesto que la ingeniería médica aún no ha creado una fórmula que cure la enfermedad.

Hasta el momento no hay estadística que revele el número de casos, sin embargo, se presume que existe un número muy reducido, debido a que son enfermedades extremadamente raras.

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Durante las entrevistas, los Hombres Cuervo comentaron que han sufrido burla, aunque en Punta Arena son muy queridos por la gente.

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