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viernes, 25 de mayo de 2018

El Tuxtla de mis recuerdos: coleccionista de fotos

Internet 

• La memoria histórica de la capital chiapaneca

Rafael Espinosa / Don Francisco Ulises Herrera Aguilera tiene uno de los tesoros más preciados de Tuxtla Gutiérrez, a través de una colección de más de 300 fotografías históricas.

Imágenes de la antigua capital chiapaneca que datan de entre 1870 a 1978.

A la edad de 10 años, Herrera Aguilera comenzó a trabajar como laboratorista en la empresa “Casa Marín”, propiedad del extinto Roberto Marín Selvas, uno de los pioneros de la fotografía en Chiapas y fotógrafo oficial de gobernadores estatales.

Don Roberto Marín lo quería como a un hijo más de la familia, dice, pues cuando llegó a la capital chiapaneca de su municipio natal, Salto de Agua, le dio empleo y hospedaje. Ocupó varios puestos en la empresa durante más de 50 años de servicio.

Francisco Ulises fue fotógrafo durante muchos años y creó una de las colecciones más valiosas del Tuxtla antiguo, con negativos recopilados y la colaboración de otros compañeros que se dedicaban al mismo oficio.

Posee negativos del primer automóvil que llegó a la capital chiapaneca en 1904; la primera avioneta en 1926; el primer consultorio particular en 1933; la primera escuela preparatoria en 1926.

Conserva los daguerrotipos de la presidencia municipal cuando el edificio estaba en la 1ª Poniente y Segunda Norte, donde hoy es la “Casa de la Cultura Luis Alaminos”; su mudanza a la Avenida Central y 2ª Poniente, hoy Museo de la Ciudad, y finalmente su traslado donde actualmente se ubica el Ayuntamiento.

Tiene la foto de la huida de los cristeros y la quema de los santos en la primera mitad del siglo pasado. Una imagen emblemática del presidente de la República, Lázaro Cárdenas, y el gobernador de Chiapas, Victórico Grajales, delante de una avioneta. La visita del presidente de México, Manuel Ávila, y la calurosa bienvenida que le dieron los chiapanecos.

Panorámicas de la primera gasolinera en la capital, cuando Tuxtla terminaba en la 15 Poniente y de lado oriente en la Calzada Samuel León Brindis. Cuando los tuxtlecos braceaban en las pozas del río Sabinal, así como cuando la transportación de mercancía de Tuxtla a Chiapa y viceversa se hacía a través de “chalanes”, porque el puente Belisario Domínguez se había caído.

Dentro de su archivo fotográfico, tiene la fotografía de Banamex de 1948, en la 1ª Sur y Primera Poniente, el cual fue saqueado por delincuentes que se hospedaron en un hotel de enfrente y que llegaron a la bóveda a través de un túnel que ellos mismos fabricaron.

La casa donde vivió de niña María Félix cuyo padre vino a radicar a Chiapas al ser nombrado Jefe de Oficina Federal de Hacienda. La pista de aterrizaje en lo que hoy es la facultad de Odontología de la Unicach. El Callejón del Sacrificio donde, cuenta la historia, dice, se lanzó al vacío Joaquín Miguel Gutiérrez por negarse a caer en manos de los centralistas. Y cientos de fotos más en blanco y negro.

Muchas de las fotografías que se exhiben en el Congreso del Estado, Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez, bibliotecas, entre otros recintos políticos, instituciones y dependencias, salieron de sus archivos fotográficos, expresa sin presunción.

Hoy a sus 79 años, don Francisco Ulises hace mucho esfuerzo por mantener vivo el Tuxtla de ayer, pues las revelaciones en blanco y negro se están extinguiendo, el material que usa ya no lo venden y la tecnología ha sustituido la mano de obra de los laboratoristas de fotografías.

Don Francisco no es jubilado ni pensionado y vive al día, dice, por eso invita a los que deseen adquirir una imagen de estas puede llamar al teléfono celular: 9616573897

Vivir en la Época de Oro: compositor chiapaneco




•Heberto Maza ha creado más de 400 temas norteños, corridos, boleros, baladas, cumbias…

Rafael Espinosa / Como actor compartió escena con Doña Sara García, la abuelita del Cine Mexicano; siendo compositor se codeó con Juan Gabriel, Cuco Sánchez, Johnny Laboriel, entre otros grandes de la música, y se hizo amigo de los hermanos de Pedro Infante, cuando la época del cine mexicano se consideraba de oro.

Disfrutó de gustosas charlas vespertinas en compañía de los compositores Tomás Méndez, autor de “Cucurrucucú paloma”; José Ángel “Ferrusquilla”, compositor de “El Tiempo Que Te Quede Libre”, “La Ley del Monte”; Víctor Cordero, escritor de los corridos “Juan Charrasqueado”, “Gabino Barrera”, “El Ojo de Vidrio”; y de Lorenzo Elisea, cantante y compositor, entre muchos más que creaban para Vicente Fernández, Antonio Aguilar y otros grandes de la música mexicana.

Desde muy pequeño, don Heberto Maza Castañón, oriundo de Ocozocoautla, siempre quiso ser compositor, por eso a la edad de 13 años, después de concluir la escuela primaria, salió de Piedra Parada, comunidad que lo vio nacer.

Partió hacia la Ciudad de México con su primera obra denominada “La Torcasita”, cuyo tema lo creó a partir de sus visitas a la Sima de las Cotorras, en Ocozocoautla, donde veía volar a cientos de pájaros del inmenso agujero.

Con sus estrofas bajo el brazo, tocó puertas en disqueras y radiodifusoras sin que nadie confiara en él, pues era joven y poco conocido en el mundo de la farándula. Sin embargo, siguió componiendo canciones a la par de trabajar como repartidor de medicinas, administrador de empresas gringas y empleado de gobierno.

Asimismo, estudió un año la carrera de físico matemático en la Universidad de Puebla, luego egresó como Licenciado en Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, sin que abandonara por ningún motivo la creación de canciones.

Recuerda que al pie del edificio donde vivía, en Santa Martha Acatitla, había un lavado de autos en el que llevó su “vocho” a lavar. Don Ramón, el dueño del establecimiento, le preguntó a qué se dedicaba aparte de repartidor de medicinas.

—Compongo canciones —le respondió sin presunción, en uno de sus días aciagos.

Pasaron semanas hasta que un día Ramón, nacido en Colima, le dijo amable y en un tono propio de los de aquel estado:

—¡Oye, vale!, te voy a presentar a quien ayudó a tu paisana Irma Serrano —.

Fue entonces cuando conoció a Lorenzo Elisea, cantante de cabecera de muchas de sus canciones y quien daría a conocer “La Torcasita” y otros temas en el país, en el sur de Estados Unidos y hasta en Japón y China.

—Llévate cinco temas —le dijo Lorenzo al pasar por él en el coche. Llevó “El Nuevo Caballo Bayo”, “Tarde de Octubre”, “Chiapas es México”, “La Torcasita” e “Ilusión”, cuyas letras aún siguen sonando en el norte de la República, dice.

Lorenzo Elisea, su entrañable amigo, fue uno de sus mejores asesores para mejorar su trabajo, junto a Tomás Méndez, José Ángel “Ferrusquilla” y Víctor Cordero, en las inolvidables tardes de tertulia en el Café San José de la XEW, donde se concentraba la crema y nata del cine y la música vernácula.

Entre risas y aplausos, convivió con artistas de cine, actores, actrices, cantantes y compositores, en fiestas y cabarets, en el esplendor de la Época de Oro, donde le decían elegantemente: ¡Bienvenido, Heberto; adelante!

De este modo es que se hizo familiar en medio de la farándula, y sin haber estudiado actuación, protagonizó el papel de sacerdote de un pueblo, mientras que David Reynoso era presidente municipal y Aldo Monti, capitán de un barco, en una serie de transmisiones televisivas denominada “Canasta de Cuentos Mexicanos”.

Asimismo, en actuación trabajó junto a Gloria Marín, mujer de Jorge Negrete; Mauricio Garcés, Piporro, Irma Dorantes, entre muchos más que apenas alcanza a recordar.

Pronto sería entrevistado por Arturo Martínez, locutor que había entrevistado a famosos como Pedro Infante y Jorge Negrete, entre muchos más. Ahí, dedicó “La Torcasita” a Matilde Sánchez, una cantante de música regional e intérprete de su canción, quien más tarde le llamaría por teléfono para agradecerle el cumplido y desearle más éxitos como este.

Al poco se afilió a la Sociedad de Autores y Compositores de México, donde el jefe de prensa y propaganda de la asociación, René Rodríguez, lo ayudó a repuntar con otros éxitos. Al mismo tiempo se daban a conocer los temas: “Mi Chinita”, “El Palomo y el Gorrión”, “Virgencita del Carmen”, “Mañanitas Chiapanecas”, y muchas que comenzaron a sonar en diversas estaciones de radio.

Con el tiempo procreó a sus tres hijas con su joven esposa de Puebla con quien hasta hoy comparte su hogar. Después de 30 años de residencia en el centro del país, regresó a su natal Ocozocoautla, donde sus hijas continuaron sus estudios, pues siempre fue precavido con la vida licenciosa que llevan los artistas.

En el 97 se mudó a Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, donde sus hijas concluyeron su carrera profesional y él fundó, junto a 17 compositores más, la Asociación de Autores y Compositores de Chiapas.

Se unió a grandes de la composición en Chiapas del siglo pasado como Ignacio Castro, Carlos Trejo, Brindis Riquelme, David Pichardo, Ceín Alfaro Tipacamú, este último autor del famoso corrido “Luis Pulido” cuyo tema ha sido grabado más de 40 veces.

Don Heberto compuso también “Pasaste de Moda”, “Gusanito del Amor”, esta última interpretada por “Los Potrancos de Sinaloa”, entre otros temas que con el tiempo sonaron en diferentes partes de México.

Recientemente el cantante tuxtleco Pedro Enríquez interpretó Chiapas es México con el Mariachi Camperos y el Requinto de Alberto Vázquez. Así también, el cantante chiapaneco, Alberto Rosal, ha interpretado sus canciones.

Hace unos años, en Copainalá, don Heberto y Alberto Rosal, se sorprendieron de ver a tanta gente reunida en el parque después de que un amigo improvisó una invitación para un concierto que no estaba programado.

Hoy a sus 75 años de edad, cuenta con más de 400 composiciones, 45 temas grabados y hace poco compuso el corrido de López Obrador que posiblemente en breve se dé a conocer, dice don Heberto desde la comodidad de su modesta casa al norte oriente de Tuxtla Gutiérrez.

martes, 15 de mayo de 2018

El ocaso de Margot


Rafael Espinosa:

—Hija, ya estás en edad de presentarme a un novio —expresó con eufemismo la señora Aurora sentada en el balancín del jardín.

Ambas contemplaban el atardecer, el césped raso y los árboles del patio.

—No tengo prisa, mamá —contestó Margot sin pena impulsando el balancín con la punta del pie.

No era la primera vez que la señora Aurora atacaba sutilmente a su hija con esta pregunta.

—¿Existe una edad adecuada para casarse, mamá? —objetó, haciéndose amena la plática.

—No, que yo sepa, hija —reflexionó la señora Aurora—; pero quisiera ver jugar a mi nieto en el patio —.

—Pero tenemos a Coqueta que es como mi hija —sonrió Margot llamando a la perrita lanudita que se subió a su regazo.

—No, hija, hablo de una criatura de verdad —reprochó la señora Aurora con tono amable.

—Si eso deseas, mamá, no sólo traeré a un novio a casa sino también a un niño —apenas terminaba la frase cuando la señora Aurora quien al escucharla se había puesto alegre.

—¿En serio? ¡Tu padre estaría feliz! —.

—Claro, tantos niños en los horfanatos que necesitan un hogar como el nuestro —reviró Margot desanimando nuevamente a su madre.

La señora Aurora desistió al tema con cierta nostalgia e inmediatamente después se puso alerta al escuchar de su hija pensativa: ¿Acaso te estorbo?

—No, hija, simplemente pienso que ya estás en edad de casarte, tener tu propia casa y tu propia familia, pero si decides quedarte en casa con nosotros tampoco hay problema —caviló la señora Aurora un poco preocupada al notar la reacción de su hija ante el punzante cuestionamiento.

—Es más —añadió tratando de distraerla—, olvídate del asunto y plátícame de tus proyectos laborales.

—Volviendo al tema, mamá, quiero decirte que tengo un pretendiente —dijo con una sonrisa insatisfecha.

—¡Qué bien! —vibró de emoción la señora Aurora—, pero ¿por qué pones esa cara?, ¿No lo quieres?

—Sí, y mucho, pero es casado —descargó la losa que la oprimía.

Margot observó la sonrisa chueca de su madre sin esperar las preguntas de ordinario.

—Es piloto aviador, tiene 35 años, dos hijos y una esposa a la que dice ya no ama —resumió Margot.

—Mmm —calló pensativa la señora Aurora mirando los árboles del patio y dedujo—, es un buen partido, es dos años mayor que tu, los niños es asunto de ellos y la mujer debe aceptar la situación.

—Es un buen intento —prosiguió—, pero de seguro tu padre te mata; eres su única princesa —dijo con un semblante de franca advertencia.

—Dice que su divorcio está en trámite y tiene deseos de casarse conmigo. ¿Qué hago, mamá? —suplicó Margot reposando la cabeza en el hombro de su madre, con evidente sufrimiento de indecisión.

—Confiando en la honestidad del hombre, tienes mi anuencia, hija, y de tu padre me encargo yo —se comprometió la señora Aurora acariciándole el cabello a su hija.

Pronto la tarde se apagó.

Una semana antes de que se casaran, el piloto y Margot se citaron cerca de una pista de aterrizaje para dar una vuelta en la avioneta. Ese día Margot llegó malhumorada a casa; Bladimir no asistió a la cita.

Al siguiente día, Margot estaba tomando café con sus amigas cuando un piloto elegante entró a la cafetería dirigiéndose a ella.

—¿Es usted la señorita Margot? —.

—Sí, dígame —contestó con serenidad.

—Temo decirle... —carraspeó y agregó sin preámbulos—; que su prometido ha muerto —.

Bladimir había muerto en un accidente aéreo.

Desde esa vez, Margot juró no casarse nunca, sin embargo, dos años después un empresario de neumáticos, soltero y amante de la velocidad de los coches, no sólo la cortejó sino que le ofreció matrimonio. Nuevamente se topó con la dubitativa respuesta.

Pasó noches en su cama dando vueltas tratando de decidirse hasta que resolvió darse otra oportunidad. El noviazgo era feliz. Un verano viajaron a Acapulco y en el camino colisionaron atrás de un camión que transportaba tubos. Transitaba como bólido de modo que Carlos, en un banco de neblina, no logró ver el lento desplazamiento del camión, sin que se diera tiempo de frenar. Carlos murió al instante y Margot, después de un mes, salió en silla de ruedas del hospital.

Al recuperar su estado físico normal, viajó de Chiapas a México por cuestiones de carácter laboral. Habían pasado dos veranos. Esta ocasión perjuró no llegar al altar y tampoco al registro civil con alguien que tuviera que ver con casamiento. Y lo cumplió. Vivió muchos años sola y se le dio por fumar en exceso. En un congreso de trabajo conoció a un médico mayor a ella. En realidad no le tomó importancia a las pretensiones de Hiram. No obstante, el hombre de 50 años, se desvivía por ella, de tal manera que le llevaba serenata a su departamento, encontraba ramos de rosas en su escritorio y hallaba cartas de amor debajo de la puerta.

Con tantas impertinencias e imprudencias, pues Margot le había relevado que nada quería saber de relaciones amorosas, al fin cedió a la perseverancia del empedernido romántico.

Vivieron felices en concubinato hasta que un día Margot lo sacudió para que se tomará el té sin que aquél saliera de las sábanas, no respondía y no respondió nunca: había muerto.

Veinte años después, Margot terminó nuevamente en silla de ruedas a causa de cáncer en los huesos, calentándose por las mañanas con los primeros rayos de sol. Una tarde lluviosa, Margot le dio la última bocanada al cigarro y murió, sola, recostada hacia a un lado; el cigarrillo humeante se consumió también sobre las baldosas.

Benjamín Marín, un grande del motocross





•Toda una vida en las motocicletas

Rafael Espinosa / Es posible que el chiapaneco Benjamín Marín Corzo sea el único en el país que a sus 63 años compite en las carreras de motocross y aún desafía las rampas que le pongan en frente; pero no sólo concursa, trae trofeos y campeonatos a casa.

“Mincho”, como lo conocen sus amigos, es oriundo de Cintalapa y uno de los hombres más apasionados y aguerridos a las carreras de motocross.

Su pasión por este deporte surgió cuando veía a su hermano mayor, Pepe, participar en los campos traviesa a bordo de su motocicleta, junto a Blas Toledo, Chey Esponda, entre otros, en el municipio de Cintalapa. Tenía ocho años, recuerda.

—De ver a mi hermano cómo agarraba la moto, también me dieron ganas de hacerlo igual —asiente al expresar que ahí nació el primer club en aquel municipio denominado "Motocross Cintalapa".

Tras la muerte de su padre, su madre los trajo, a él y a sus cuatro hermanos, a la capital chiapaneca. Se mudaron de domicilio por necesidad y mejores oportunidades de vida, pues no traían ni un peso en la bolsa, dice el piloto con más de 50 años de experiencia.

En la pubertad trabajó en una “talachera” como desmontador de llantas y a la vez aprendía mecánica de motocicletas, de tal modo que con el tiempo se compró una Carabela 66, su primer minimoto que aún conserva como parte de su colección.

En esa época sobresalían las primeras agrupaciones como “Moto Club Match” y “Gustavo Serrano y Asociados Team Rabbit”, en Tuxtla Gutiérrez.

Se entregó con gran ímpetu y dedicación obteniendo sus primeros campeonatos juveniles, siendo su primer apoyo técnico, mecánico y patrocinador, los señores Octavio Balseca y los hermanos Cowings, en la capital chiapaneca.

A la par de las carreras de motocross, don Benjamín fue maestro de karate durante 18 años, cuyos ejercicios le sirvieron en la disciplina, resistencia y habilidad, para sostener su liderazgo en las carreras de motocross en concursos estatales, regionales y nacionales.

Su ahínco ha sido un legado para su descendencia en tres generaciones, de tal manera que su hijo Alan, el único varón de sus tres hijos, comienza a lucirse como campeón nacional del sureste de la República.

Lo mismo sucede con sus nietos Oscar, Christopher y Hanna, y su joven esposa Yesenia Clemente en la categoría femenil. Además, germina un semillero de talentos, a través de entrenamientos y cursos gratuitos dirigidos a niños y jóvenes que han ido destacando como Valentino Farrera, de cinco años, que ya es campeón regional.

—No hay en México tres generaciones activas y ganando —dice en una charla amena en uno de sus dos talleres de motocicletas.

En Chiapas existen unos 100 pilotos de motocross y unos cinco campos traviesa en los que se desarrollan carreras, entre los que destacan el “Crosódromo Mincho Marín”, de su propiedad; “La Bondad” en Tuxtla Gutiérrez; “La Bomba”, rumbo a Berriozábal; dos más en Cintalapa y “Pequeño Sol”, en San Cristóbal de Las Casas.

Es un deporte de alto riesgo en el cual los más atrevidos realizan acrobacias, libran curvas quebradas, rampas empinadas, terraplenes y peraltes en terrenos escabrosos, por eso la importancia de tener una motocicleta mecánicamente buena y un equipo de protección profesional, advierte.

Admite que su madre siempre estuvo en contra de que practicara este deporte, sin embargo, sus deseos de triunfo y el pundonor de ser piloto profesional nunca lo abandonaron.

Recuerda que cuando se sintió repuesto de una operación de la rodilla izquierda, lo primero que hizo fue montar su motocicleta e irse a un campo traviesa donde se quitó el yeso y se puso a brincar como si no estuviera convaleciente.

De adolescente hacía pistas improvisadas con arena de río para entrenar y hace unos años hizo una de las más grandes pistas denominada “Centro de Espectáculos Mi Patio”, avalada por la Federación Mexicana de Motociclismo, en Toluca, donde dirigió también una de las más importantes Carreras Latinoamericanas de Motocross en el país.

Hace poco fue galardonado en Cozumel, Quintana Roo, como el piloto más veterano de México y así ha recibido múltiples reconocimientos y diplomas por su trayectoria profesional, sin que la Secretaría del Deporte de Chiapas apoye esta actividad y a los nuevos talentos chiapanecos.

Su más cercano título lo obtuvo en diciembre de 2017, como campeón regional en la categoría máster, aunque a lo largo de su vida mantuvo campeonatos por muchos años en diversas categorías que pusieron en alto el nombre del estado.

Marín Corzo, quien ha recibido cursos de mecánica de motocicletas por parte de austriacos y estadounidenses, externa que siempre admiró a corredores como Gustavo Balseca, Blas Toledo, Chon Esponda, Pepe Marín, Antonio “La Bruja” Guzmán, Eduardo “El Gato” Aguilar, Beda Estrada, Delfino Martínez, entre otros dignos de admiración.

Se siente satisfecho por ser un gran guerrero a bordo de las motocicletas, de disfrutar la gloria en las carreras y de seguir transmitiendo sus conocimientos a las nuevas generaciones, puntualiza el Presidente de la Asociación de Motociclismo en Chiapas.

miércoles, 2 de mayo de 2018

La gloria de Vicente Herrera y Los Únicos




•El grupo musical que hizo bailar a miles de tuxtlecos

Rafael Espinosa / Con 24 discos grabados y dos Discos Platinos por ventas, el grupo musical tuxtleco “Vicente Herrera y Los Únicos” sobrevive los tiempos modernos y saborea los recuerdos de sus años de gloria.

En sus mejores tiempos, el grupo tropical no se daba abasto de tocar en los eventos masivos donde la gente de los barrios, ejidos y colonias de la capital chiapaneca, bajaba a disfrutar y bailar la música tropical del momento.

Con 35 años de trayectoria, el conjunto musical —integrado por ocho músicos y el vocalista Vicente Herrera—, ha convivido y compartido escenario con “Los Terrícolas”, Los Pasteles Verdes”, “Chico Ché”, “Los Caminantes”, “Sonora Santanera”, entre otros famosos de su género.

Creció junto a grupos locales como “Vitamina Show” de Terán, “Lacandones”, “La Familia”, entre otros tantos conjuntos que han ido agonizando con el paso del tiempo pero que hicieron bailar a la gente del sureste de la República Mexicana.

Hace décadas tuvieron el honor de tocar y cantar en un programa de Talina Fernández, en el “Canal de las Estrellas”, donde interpretaron “Soberbia” y “El Atractivo” cuyos temas llegaron a sonar en los Estados Unidos.

Desde siempre don Vicente Herrera quiso ser cantante, cantaba a todas horas, incluso cuando cortaba café en las parcelas de sus familiares en el municipio de Huitiupán, Chiapas, lugar donde descubrió su talento en los concursos del pueblo.

A la edad de 17 años, comenzó a cantar en el grupo “Catámbar” de Simojovel. Después viajó a Tuxtla Gutiérrez donde estuvo como solista, trabajando para una cervecera. Vivió cinco años en Villahermosa, Tabasco, cantando en restaurantes y centros nocturnos.

Tuvo el gran placer, dice, de interpretar baladas, románticas, boleros y tropicales, en el restaurante “Magaly” del céntrico “Hotel Humberto”, en la capital chiapaneca, sitio en el cual el representante de “Discos Peerless”, disquera donde grababa Pedro Infante, lo contactó para producir su primer sencillo denominado “Soberbia”.

Cinco años más tarde, la empresa “Discos Guía” le grabó el tema “El Atractivo”, de tal modo que con el tiempo salieron a brillar otros éxitos como “Carita de Ángel”, “Te Aventaste un Diez”, “La de la Blusa Colorada”, Triángulo de Amor”, “Billete Verde” y muchos más que lo lanzaron al estrellato.

Otro de sus máximos logros, dice, fue musicalizar el poema “A estas horas de aquí”, del vate chiapaneco internacional Jaime Sabines, por el cual recibió la medalla “Amigos de Jaime Sabines”, en el 2010.

Hoy, la población tuxtleca ha cambiado drásticamente de preferencia musical, pues la banda, duranguense y el reguetón, han entrado hasta por debajo de las piedras, de tal manera que el trabajo de don Vicente se ha reducido a dar rentado su equipo de sonido, planta generadora de electricidad, luces y escenarios, y sólo canta cuando cae una que otra contratación, admite.

—Puede ser también por la deteriorada economía —reflexiona desde el barrio San Francisco donde tiene su domicilio.

Don Vicente, cabeza del “grupo musical de ayer, hoy y siempre”, como dice su eslogan, ofrece sus discos en la 5ª Poniente Sur, número 1735, en Tuxtla Gutiérrez, y a la vez dicta su número telefónico para las contrataciones: 961 66 8 96 69

Las brazadas de Yeni

Foto: Osadía Informativa


• La atleta paralímpica que entrega su alma en la piscina

Rafael Espinosa / Debido a la falta de apoyo por parte del gobierno del estado, la joven atleta paralímpica Yeni Yadira Moreno Antonio ha abandonado temporalmente su carrera deportiva con más de 16 medallas de oro, tres de plata y una de bronce.

Yeni Yadira comenzó a nadar a los doce años de edad al ser invitada por una maestra de la primaria cuya hija entrenaba basquetbol en silla de ruedas en el Centro Deportivo “Panchón Contreras”, en Tuxtla Gutiérrez.

—De lo contrario no hubiera descubierto mi pasión por la natación —dice con agradecimiento a la profesora.

Nada sabía de natación, sin embargo, a tres meses de arduo entrenamiento logró concursar en una paralimpiada de donde obtuvo su primera medalla de plata y el reconocimiento de muchos atletas. Cuenta que esto le sirvió para continuar con más ímpetu en este deporte.

La sirena de oro, como le llaman algunos atletas y reporteros, ha representado a Chiapas en ocho paralimpiadas nacionales, en la categoría S9, estilo dorso y libre, en piscinas de 400 metros y en otras de menor longitud.

Su padre falleció cuando era pequeña, por lo que su madre, María de la Luz Antonio López, comerciante desde hace más de 25 años en el Mercado Los Ancianos en la capital chiapaneca, hizo de ella una guerrera para salir adelante, valerse por si misma e inculcarle que no hay más límites en la vida que los que uno se traza.

—Me considero una mujer independiente, fuerte, positiva, alegre, disciplinada y agradecida; a lo mejor me caiga pero siempre seré capaz de levantarme —reflexiona la joven atleta oriunda de Tuxtla Gutiérrez.

Cuenta que su costumbre de dormir de forma fetal, dice, le trajo una anécdota inolvidable. Una vez, en Tamaulipas, su coach sólo encontró en la recámara de ella sábanas y almohadas amontonadas. Esto preocupó y movilizó a medio mundo, incluso su extravío llegó a oídos de su mamá, sin que nadie se percatara de que dormía enrollada bajo las sábanas y las almohadas.

—Desde esa vez me gané el mote de “El bultito de sueño” —ríe.

Hace dos años estuvo en Mérida, Yucatán, en la concentración y preselección mexicana de atletas paralímpicos para los Juegos de Río de Janeiro, Brasil; no obstante, dice, ya no hubo apoyo del gobierno para los pasajes, por lo que está decepción fue el motivo por el cual abandonara su carrera deportiva.

—Por eso muchos atletas, principalmente los que tienen recursos, se van a otros estados o fuera del país para continuar su carrera —asiente Yeni Yadira al tiempo de expresar que después de la preselección en Río de Janeiro se iría a Argentina.

Revela que uno de sus mejores sueños es ser seleccionada para participar en los Juegos Paralímpicos, representar al país, ponerse de la playera de México y cantar el Himno Nacional sobre el pódium, sin embargo, no pierde la esperanza que un día lo haga.

Moreno Antonio, quien en cada brazada entregaba su alma y todo su esfuerzo en cada competencia, agradece profundamente a su madre y a su entrenador, Ignacio Domblas Caballero, pues sin ellos, externa, no hubiera logrado lo que hoy con dignidad puede presumir.

Actualmente, a sus 22 años, por las tardes estudia la licenciatura en Contaduría en la Universidad Autónoma de Chiapas y por las mañanas trabaja en un área administrativa de la misma institución, siempre con la mirada hacia adelante, dice.

—Si Dios me lo permite voy a regresar a natación —advierte la joven.

Gracias a su pasión por este deporte ha viajado a Sonora, Ciudad de México, Guanajuato, Nuevo León, Michoacán, entre otros estados de la República Mexicana.

Las huellas de Enrique Mahr Kanter






• El Capitán Piloto Aviador que surcó los cielos de Chiapas el siglo pasado.

Rafael Espinosa / En los años 50, las avionetas eran el medio más transitado en Chiapas. De ellas dependía prácticamente el motor de la economía estatal para el transporte de quintales de café, cacao, maíz, muebles, pasajeros, canales de res y hasta cerdos maniatados, recuerda el Capitán Piloto Aviador, Enrique Mahr Kanter, uno de los dos últimos pilotos que quedan de su generación.

Mahr Kanter, de 84 años de edad, cuenta que en esa época la gente también se movía a pie, montada a caballo, inclusive los nativos se alquilaban para transportar a niños y adultos mayores en sillas adaptadas a la espalda, en tanto que los arrieros transportaban mercancías, aunque de manera más tardada.

Don Enrique, quien nació en 1934, en el municipio de Tumbalá, Chiapas, relata que las pistas de aterrizaje eran parajes; amplios potreros donde tenían que arrear a las vacas para evitar accidentes; pues había muy pocos caminos carreteros y los coches se contaban con los dedos.

Hijo de Enrique Mahr Cristlieb, inmigrante alemán nacionalizado mexicano, y de Bertha Kanter Urrutia, de Tumbalá, hija de inmigrantes guatemaltecos; don Mahr Kanter narra que la selva de Yajalón era uno de los centros más importantes de la aviación de donde también surgieron pilotos muy destacados.

Cuando era pequeño sus padres se mudaron a Yajalón. Ahí, junto a sus compañeros de la escuela, iba al campo de aviación y corría tras las avionetas por el simple gusto de sentir del aire de los motores, sin saber que más tarde sería uno de los mejores pilotos de Chiapas.

Después de una vida de mudanza y estudiar en escuela de alemanes en San Cristóbal de Las Casas, en el ICACH de Tuxtla Gutiérrez y en el Instituto Modelo en Guatemala, el también escritor de libros de memorias personales y biografías de pilotos locales, se refugiaba en los ranchos en sus tiempos libres y contribuía en la construcción de corrales, caminos e iglesias de su pueblo.

Estudió Agronomía en el Instituto Tecnológico de Monterrey sin concluirla por cuestiones administrativas escolares, siendo influenciado en la aviación por sus tíos Jesús Ortega y Alberto Buere, dueños de Servicios Aéreos de Chiapas, una de las primeras empresas en la capital chiapaneca.

Inició como ayudante de mecánico, “lavapanzas” de avionetas y mandadero, hasta que le permitieron volar como copiloto con licencia de piloto estudiante, tramitada en la Aeronáutica Civil, aunque luego cursó en la Escuela Nacional de Aviación, en México, donde hizo su primer vuelo como parte del examen de piloto privado y después logró su licencia de piloto comercial al pilotear las avionetas Piper Cub J3 XB-HUS y Piper Cub J3 XB-HUG, respectivamente.

Al regresar a Chiapas, a la edad de 23 años, trabajó en una Voltee XB-JUD fleteando café, maíz, cacao, entre otras cosechas, y tras adquirir una Cessna 140 XB-HIO en sociedad con don Jorge Morales Samayoa, conformó una escuela de instrucción de vuelo, sin embargo, le suspendieron su licencia al morir el piloto Guillermo Messner en una colisión aérea.

Fue entonces cuando se dedicó a trabajar en el rancho que le había comprado a un tío, en Tumbalá, pues la ganadería es otra de sus grandes pasiones desde siempre, dice. Al poco le ofrecieron una Cessna 180 XB-TIW en facilidades de pago, no obstante, como su licencia estaba suspendida, le pidió a sus amigos que le trabajaran la nave a cambio de un porcentaje.

Después de algún tiempo, tras la liberación de su licencia, se reincorporó a la aviación aterrizando y despegando en centenares de pistas de Chicomuselo, Comalapa, Motozintla, Ocosingo, Yajalón, Comitán, Pichucalco, Ostuacán, la Selva Lacandona, Lacanjá, Bonampak, así como en las de Tabasco y Quintana Roo.

Una ocasión, rememora, lo convencieron de transportar un refrigerador a Ocosingo, de tal modo que tuvo que pilotear casi sentado sobre el aparato. Se sentía inseguro, dice, pero ya estaba en los cielos. Al aterrizar la nave rebotó y casi se fue de espaldas al no poder frenar, por lo que apagó el motor, se deslizó en un potrero, por fortuna descampado, hasta que se detuvo.

—Por un piche refrigerador me iba a matar —recuerda riéndose, al tiempo de revelar que sobrevolaba entre dos o tres horas diarias.

En esos años, cerraron el aeropuerto Mexicana de Aviación en Tuxtla Gutiérrez, donde actualmente se encuentran la VII Región Militar y la colonia Magisterial. Ahí, habían estado las empresas Transportes Aéreos de Chiapas, de don Francisco Sarabia; Transportes Aéreos Urquidi, de don Pepe Urquidi; y Servicios Aéreos de Chiapas, de sus tíos Jesús Ortega y Alberto Buere.

—La primera empresa formal que prestó servicio en Chiapas se llamaba Servicios Aéreos Hermanos Sarabia, cuya razón social después cambió a Transportes Aéreos de Chiapas, en el viejo aeropuerto El Aguacate, rumbo a La Lomita —revela don Enrique Mahr quien ocasionalmente vendía y compraba avionetas.

A lo largo de su vida, cuenta, se murieron varios compañeros en colisiones aéreas, como Alfonso Rodríguez, Gustavo Castellanos, Guillermo Messner, entre muchos más. Asimismo, otros han perecido a causa de alguna enfermedad.

Una de sus mejores épocas fue cuando lo contrataron por dos o tres meses para transportar a un especialista del Instituto de Antropología e Historia de la Ciudad de México. Vino a buscar algún tipo de piedra y/o piezas fósiles a la Selva de Chiapas, Campeche y Quintana Roo, Veracruz, Mérida y Tabasco, para el museo del Instituto.

Tras varias travesías más, a la edad de 51 años decidió retirarse de la aviación y se fue a vivir a su rancho Tulijá, en Tumbalá, que había comprado con su tío. A los 60 años se traslada a otro rancho de su propiedad denominado “El Recinto”, en el municipio de Ocozocoautla, donde ha vivido tranquilamente 24 años y en el que seguramente guardarán sus cenizas, dice.

Como buen piloto, don Enrique Mahr Kanter se casó sobrevolando a bordo de una avioneta, a los 29 años, con su amada esposa, Elsa Gloria Castañón Morelli, con quien vive actualmente después de 56 años de matrimonio.

—Tengo seis hijos, cuatro mujeres y dos hombres; y trece nietos —concluye orgulloso el también ganador de la Medalla Presidencial al Mérito Ganadero, oficio que alternó con la aviación durante toda su vida.