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lunes, 9 de abril de 2018

Tres meses de infierno





La historia de una joven que estuvo desaparecida

Rafael Espinosa / Cuando se enteró de que personal de la Fiscalía General la buscaba en su domicilio, doña Cristina pensó en la peor noticia de su hija desaparecida. Dice que corría y sentía que sus pies no tocaban el suelo de la aflicción.

—Ya la hemos localizado y queremos que vaya a identificarla —le dijeron advirtiéndole que estaba viva.

Se fue en el coche de un vecino que decidió llevarla.

Más tarde llegaría a Lázaro Cárdenas, un pueblito rumbo a Villaflores, donde su hija estaba sin el esplendor que ella acostumbraba verla.

—Se veía acongojada y triste —cuenta doña Cristina.

Bajo el techo de una choza, su hija, con actitud apagada y sumisa, le contestó a los oficiales que se encontraba bien en compañía del hombre con el que había vivido casi tres meses, sin embargo, doña Cristina, ya un poco aliviada de los aspavientos, presentía que algo andaba mal.

Tres días más tarde, su hija y el hombre viajaron a la Condesa, una de las colonias del norte de Tuxtla Gutiérrez, donde doña Cristina tiene su humilde casa. Su hija llegaría por su ropa y otros efectos personales.

Mientras el hombre se quedó en la sala, su hija entró al cuarto por sus cosas y frente a ella comenzó a llorar.

—¿Es cierto que vives bien? No tengas temor en decírmelo —le consoló.

La joven le contó que el hombre la golpeaba constantemente, la dejaba encerrada todo el día sólo con un vaso de posol y en ocasiones la llevaba al campo a trabajar, donde también la ultrajaba.

No obstante, nada de esto había dicho durante la entrevista con los oficiales, porque el hombre anticipadamente la había amenazado de matar a su hermano y a su familia si decía algo contrario de lo que le había ordenado.

—De aquí no te vas, hija, si así lo deseas —la abrazó al tiempo en que se contenía el llanto.

Al escuchar a su hija, doña Cristina planeó esconderla con una vecina. La muchacha fingió ir al baño, mientras que su mamá y su papá se quedaron platicando con el desconocido.

—¿Y dónde es que conociste a mi hija? —le preguntó su padre.

—La conocí en el parque; fue amor a primera vista —resumió, siempre evadiendo la mirada.

Doña Cristina interrumpió la plática y simuló buscar a su hija en el baño donde nunca estuvo. El hombre con mirada preocupada, junto a los papás de la joven, la buscaba en toda la casa.

—Amorcito, ¿dónde estás? —simulaba ternura al hablar.

Se hizo de noche, por eso el desconocido pidió lugar para quedarse a dormir ahí, pues decía que era de pueblo y que desconocía la ciudad.

Doña Cristina y su esposo no pegaron el ojo esa noche. Al día siguiente, doña Cristina fingió seguir buscando a su hija, en tanto que el hombre, aún vacilante por la muchacha, decidió regresar a su pueblo.

La joven no es la misma de antes, dice doña Cristina, pues está temerosa, con cualquier ruido se espanta, no sale a la calle y tiene cuatro meses de embarazo de quien hasta el momento nada se sabe. Ni siquiera en Cárdenas lo han visto.

Su hija le contó que sólo lo vio dos veces y se la llevó, que su vida fue un infierno durante el tiempo que estuvo desaparecida y que tampoco recuerda cómo es que él se la llevó.

Doña Cristina se ha enterado que el hombre parece ser curandero o espiritista, pues embelesa a las muchachas y cuando las tiene con él, les pone lociones, les da bebidas extrañas y otras cosas de las que su hija no quiere acordarse.

Por vecinos de Lázaro Cárdenas también supo que no es la primera vez que priva de la libertad a su víctima, pues a una le fracturó el pie, a otra le lesionó la columna y supuestamente asesinó a una muchacha que estaba embarazada.

—Tiene fama de que las cura para llevárselas, las usa y las ultraja —revela doña Cristina.

Que Dios nos perdone a mi hija y a mí, dice, pues al principio no queríamos aceptar a la criatura que viene en camino, sin embargo, nuestros hermanos de la religión nos han convencido de que una bendición viene a nuestro hogar.

—Amén; que así sea —concluye.

*Doña Cristina hizo un llamado a todas las jóvenes para que no se dejen embaucar por desconocidos y, de esto modo, podamos evitar este tipo de experiencias.

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