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viernes, 23 de marzo de 2018

El tercer campeón mundial de boxeo en la historia de Chiapas




•La historia de Cristóbal “Lacandón” Cruz

Rafael Espinosa / Cuando era niño deseaba con el corazón tener una bicicleta y un caballo. Siendo el quinto de siete hermanos y tres hermanas, de padre agricultor y madre ama de casa, sentía sus anhelos inalcanzables; sin embargo, hoy, a sus 40 años ha viajado por diversas partes del mundo, sabe lo que es estrenar un auto de agencia, tener un gimnasio y una casa propia.

Con tanto trabajo en el campo ni siquiera se daba tiempo de pensar en lo que sería de grande, mucho menos pasó por su cabeza que sería dos veces campeón mundial en la categoría peso pluma y que tendría el honor de ser el tercer boxeador que pondría en alto el nombre de Chiapas en el mundo, después de Víctor Manuel Rabales y de Romeo “Lacandón” Anaya.

Con un récord de 68 victorias, de las cuales 25 fueron por la vía del nocaut, 20 derrotas, dos empates y el resto por decisión a lo largo de sus 25 años de trayectoria profesional, Cristóbal “Lacandón” Cruz Rivera es padre de tres hijos y esposo de la mujer a quien ama con el alma.

El boxeador de posición ortodoxa recuerda que debutó a los 14 años de edad, en enero del 92, al enfrentarse y lograr su primera victoria contra Rogelio Moreno. Subió al cuadrilátero con nervios, rebotaba impaciente y llegó a pensar que lo podrían matar de un golpe; no obstante, le agradaron los aplausos, la adrenalina y la gente enloquecida por el intercambio de golpes.

Cruz Rivera se apartó adolescente de su natal Jiquipilas, Chiapas, rumbo a Tuxtla Gutiérrez, donde por necesidad después de casarse, se empleó de fontanero, electricista, peón de albañil, fabricante de cuadros y molduras para retratos, guardia de seguridad y fue uno de los policías más destacados de la capital chiapaneca.

Durante su estancia en Tuxtla Gutiérrez observaba las prácticas de box de sus hermanos quienes fueron campeones regionales; quizá de ahí haya nacido su interés por este deporte de combate, dice, por lo que comenzó a prepararse e inició sus primeras diez peleas amateur, entrenado por Julio César González. Ocho años después viajó a la ciudad de Tijuana, Baja California, a la que considera su segunda cuna de nacimiento.

Fue entonces cuando, siendo su manager Pedro Morán, su boxeo comenzó a ser más competitivo y alcanzó la gloria de los cinturones mundiales en la categoría peso pluma (57,150 kilos). Asimismo, sintió con los guantes y la espalda la dureza de la lona.

En febrero del 2008, Lacandón obtuvo su primer cinto mundial de la Organización Internacional de Boxeo al vencer al sudafricano, Thomás Mashaba, en Connecticut, Estados Unidos, siendo su promotor Art Pelullo, uno de los 25 principales promotores del mundo. Este cinturón lo dejó vacante porque en esos tiempos fructuosos superó el Records Guinness de los mil 500 golpes, por sus mil 580, por pelea y nadie quería enfrentarse con él, cuenta vía telefónica desde Tijuana.

Cruz Rivera, quien sólo tiene la secundaria terminada, logró su segundo cetro mundial el 23 de octubre del 2008 al dominar al mexicano Orlando “Siri” Salido en una arena de Washington DC, Estados Unidos. Sin embargo, en mayo de 2010, Siri Salido recuperó su título en su tierra, Obregón, Sonora, después de que Lacandón lo había retenido en tres ocasiones.

El excampeón de fe cristiana, dio impresionantes espectáculos al batirse a golpes, como buen chiapaneco y mexicano, contra Fernando "Kochulito" Montiel, Miguel Ángel “Alacrán” Berchelt, Jorge “Coloradito” Solís, entre otros pugilistas de talla mundial.

Lacandón Cruz siempre fue criticado por su estilo particular y un poco alocado para boxear; sin embargo, a pesar de las invectivas en su contra se impuso el pundonor, la ganas de salir adelante, ser alguien en la vida y en la historia del boxeo en Chiapas, México y el mundo, reflexiona.

—Hablar es fácil, pero ganar un campeonato mundial requiere de esfuerzo, disciplina, dedicación y un gran compromiso con tu gente, con miles de gentes que te ven boxear —argumenta el también dos veces campeón en Chiapas y ocho veces a nivel regional.

A Lacandón Cruz, ferviente admirador de la leyenda del boxeador mexicano, Julio César Chávez, le gusta el basquetbol y montar a caballo.

Actualmente, en su gimnasio, en Tijuana, Baja California, tiene un semillero de talentos boxísticos compuesto de 50 alumnos, entre los cuales destaca uno de sus tres hijos, Cristian Jesús, quien tiene un récord de 15 peleas y tres derrotas. Una de sus derrotas fue contra Ryan García del Golden Boy Promotions que encabeza Oscar de la Hoya.

Recuerda que en París, Francia, su contrincante, ídolo y favorito de San Quintín, seguro de su victoria, preparó un bufete de manteles largos para ocho mil personas, sin que Lacandón y su equipo supieran que ese día se darían el mejor festín de su vida al retener su campeonato y vencer al francés.

Un día el promotor mexicano, Ignacio Huizar, le dijo "que no le veía futuro, que nunca sería campeón, que era mejor que agarrara sus maletas y se pusiera a vender paletas en las esquinas".

Estas palabras que tiene bien presente en su vida y que le hirieron el alma, en lugar de alejarlo del box le dieron más fuerza para seguir adelante, de tal modo que a los cinco años de esta anécdota logró sus dos campeonatos mundiales.

Recientemente estuvo cuatro años en Tuxtla Gutiérrez, donde decidió poner un negocio de marcos y molduras para retratos, sin embargo, las ganas y el prurito deseo por el box lo hicieron regresar a Tijuana.

Su última pelea y su posible retiro como profesional, fue en Comitán, Chiapas, en junio del 2017, donde perdió contra el yucateco Luis “Muecas” Solís.

El hombre nacido el 19 de mayo de 1977, jura que jamás se ha soltado de la mano de Dios, de modo que en cada pelea, después de una ardua preparación física y mental, decía: En tus manos pongo mi vida, Señor.

Como boxeador profesional, dice, ha conocido Chicago, Washington, Los Ángeles, Nuevo York, Pensilvania, Oklahoma, Miami, Estados Unidos, así como París, Francia, y diversos estados de la República Mexicana.

En cada recuerdo siente la pasión, el júbilo, los aplausos de los aficionados, esas ganas de entrar a la arena con canciones de Vicente Fernández y brincar sobre el cuadrilátero, concluye.

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