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viernes, 9 de marzo de 2018

El niño que duerme en el patio


Rafael Espinosa: 


En el norte de la capital hay una colonia llamada Elmar Seltzer. En la última calle de este asentamiento, donde azotan fuertes vientos y el frío es más intenso que en el centro, hay una humilde vivienda de tres por cuatro metros, más o menos, con paredes y techo de calamina, un corral de plantas trepadoras secas y blancas por el polvo de febrero.
En esta choza vive doña Gloria, su esposo Manuel y sus cuatro niños de 11, ocho, cuatro y dos años de edad. Don Manuel es albañil y doña Gloria ama de casa, oriundos del municipio de San Fernando. Ninguno de los niños asiste a la escuela; el de 11 se va a trabajar con su padre en las obras y los demás quedan en casa.
Don Manuel, de 34 años, tiene un sueldo aproximado de 900 pesos semanales para solventar los gastos domésticos y pagar los 400 pesos mensuales por la renta de la choza en la que sobrevive con su familia. Es por eso que él y su hijo mayor salen a trabajar a las siete de la mañana y regresan al anochecer.
Al igual que los papás, los dos niños mayores apenas saben leer y escribir, pues el de 11 abandonó el tercer grado de primaria y el de ocho, Eduardo, apenas cursó el segundo año.
Eduardo duerme en el patio sin techo, en la semioscuridad, sobre un espacio de tierra y junto a un viejo sofá que le protege del frío, aparatos desvencijados, cachivaches regados en el piso y dos perros amarrados.
Por las noches se le ve envuelto en sábanas, sólo con la cabeza de fuera, como si estuviera muerto; es por eso que mucha gente que pasa por ahí, hundiendo sus zapatos en el caliche de la calle, lo observa y se hace una serie de cuestionamientos.
Al principio, doña Arminda, vecina del lugar, no quiso ser mal pensada y determinó que se trataba de un simple promontorio de sábanas viejas, aunque otro día, cuando pasó por ahí, comenzó su preocupación, porque veía que aquel tumulto se movía.
—Es posible que se trate de una mascota o una ilusión mía —se dijo incrédula.
No obstante, a la media noche del 12 de febrero, al regresar de vender elotes hervidos en el centro, doña Arminda casi se desmaya al ver al niño que dormía en el patio de la casa, con la cabeza descubierta, expuesta al relente de la intemperie y en la oscuridad.
Doña Gloria, de 32 años y madre del menor, es una mujer bajita y tímida. En una plática breve repuso lacónicamente que Eduardo duerme en el patio porque a veces siente mucho calor.
Los vecinos, en desacuerdo con la versión de la madre, se limitan a expresar su opinión, sin embargo, dicen, la familia López León vive en condiciones de pobreza extrema, por lo que sería bueno que la Secretaría de Desarrollo Social, DIF Estatal, cualquier dependencia o voluntario, la ayudara.
En la brevedad de la charla, la madre del menor se despide y entra a su choza, seguida por sus tres niños. Camina despacio y se le nota acabada, pues con cinco meses de embarazo espera a su quinto bebé.
Esta tarde, don Manuel y su hijo de 11 años aún no regresan del trabajo.


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