Vistas de página en total

lunes, 19 de febrero de 2018

Sandra continúa desaparecida




Rafael Espinosa: 
Desde aquel noviembre caluroso, doña Cristina no ha dejado de llorar en los momentos en los que recuerda a su hija desaparecida. Cuando sale de casa mira hacia todos lados y en ocasiones imagina ver a su Sandra, la persigue, y vuelve a hundirse en su desgracia cuando se da cuenta de que no es hija suya. Por las noches se hinca a rezar pidiéndole a Dios que Sandra vuelva con bien a casa. El 26 de febrero se cumplen tres meses que la joven desapareció.
Aquel domingo por la mañana Sandra salió de su domicilio en la colonia Condesa, al norte poniente de la capital chiapaneca, con sólo la ropa que traía puesta y una mochilita de asas largas al hombro. Se despidió de su hermano que a esa hora estaba en casa y a la cuadra y media de sus padres que trabajaban en una vivienda particular; su mamá de empleada doméstica y su papá de albañil. La joven dijo que iba al Parque Central como en ocasiones lo hacía y seguramente se fue caminando porque tampoco llevaba para el pasaje.
—No vayas a dilatar, hijita —le dijo su padre al despedirse.
—No papi —.
Fueron las últimas palabras que escucharon sus padres.
Sandra había terminado la preparatoria tres años antes y actualmente trabajaba en una tienda del centro para contribuir con los gastos domésticos.

A los tres días de su desaparición, doña Cristina llegó llorando a la Fiscalía para Mujeres donde le dijeron que se despreocupara, que el caso tenía poco tiempo, “si supiera usted, aquí hay personas que llevan dos años desaparecidas; además, no tenemos unidades para movernos y mucho menos combustible, no se preocupe se va usted a enfermar”, le contestaron.
—¿Qué edad tiene su hija —le preguntaron.
—22 años —repuso desconsolada doña Cristina.
—Ah! —le respondieron con cierta indiferencia—; a esa edad ya saben lo que hacen.
Sandra cumplió los 23 el 4 de febrero, el primer cumpleaños que pasa fuera de casa.
La desaparición de Sandra quedó registrada —cuenta doña Cristina entre suspiros—, aunque su fotografía no aparece en la base de datos de Alerta Amber de la Fiscalía General de Justicia.
En sus ratos libres, doña Cristina alisa su vestido y sale desesperada a investigar por su cuenta. A veces se queda con las ganas y se sienta a llorar, porque no tiene para los pasajes. Ni las amigas ni los conocidos tampoco saben que rumbo haya tomado o quién se la haya llevado.
Durante los primeros días de la desaparición, los hermanos feligreses de doña Cristina instalaron provisionalmente la iglesia en su humilde casa e hicieron una jornada de oraciones rogándole a Dios que Sandra esté sana y salva.
Con el poco dinero que gana ella y su esposo, han impreso en hojas la búsqueda de Sandra y las han pegado en distintos puntos de la ciudad.
Cuando camina por la calle de la colonia Condesa, le preguntan por alguna noticia de su hija y ella nomás niega con la cabeza y se pone a llorar.
—Creo que se la tragó la tierra —contesta limpiándose las lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario