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martes, 13 de febrero de 2018

Pasión por la espeleología



•El paramédico y espeleólogo que quizá le haya salvado la vida y no lo conocía

Rafael Espinosa:

Lo había conocido desde hace años como paramédico voluntario de la Cruz Roja, sin saber que era uno de los espeleólogos más destacados de Chiapas. Su nombre es Salvador Rodríguez Pola, mejor conocido por sus amigos como “Pola”.
Con 28 años de experiencia ha rescatado con vida a más de 60 personas y otro tanto igual de cuerpos en barrancos, simas, cuevas y profundidades en donde no cualquiera puede y debe entrar, salvo con equipos profesionales, condición física y conocimientos en espeleosocorro, espeleobuceo, tirolesa, escalada y rescate vertical.
Durante su vida de espeleólogo ha participado en importantes salvamentos y rescates, tal es el caso del mejor deportista australiano de Saltos Base, cuyo cuerpo terminó entre los acantilados más altos del Cañón del Sumidero, en septiembre del 2006.
Trabajó, junto a rescatistas nacionales y extranjeros, aunque sin éxito, en la búsqueda de los niños que desaparecieron en una cueva de Yoshib, municipio de Chilón, en 2004.
Aquella vez, cuenta, la cueva se llenó de agua, sin embargo, llegó Erwin Samayoa hasta donde se escuchaban las voces pero los niños ya no estaban; se los había llevado el agua.
También ha salvado a extranjeros que intentaron explorar cuevas de nuestra tierra, como el caso del delegado internacional de la Cruz Roja de Canadá, en la Cueva El Chorreadero.
Salvador Pola es oriundo de Tuxtla Gutiérrez; cuando tenía 18 años residía en la Ciudad de México donde por curiosidad se interesó en el tema y hacía actividades al aire libre al formar parte de los Boy Scout. Seis años después regresó a Chiapas e incursionó en el grupo “Búsqueda, Salvamento y Rescate Aéreo” que anteriormente existía en el estado, así como en la exploración de espacios subterráneos desde los tiempos en que se usaba el carburo para alumbrarse en la oscuridad.
Conoce las profundidades de tierras chiapanecas como El Chorreadero, La Cima de Las Cotorras, La Venta, Cerro Hueco, Las Grutas de San Cristóbal, La Cueva La Chepa, El Ramillete y la Cueva del Tigre, Cima Pericos, Cueva del Higo, Puerco Espín, entre otras muchas cavidades más, aunque hace falta mucho por explorar y aprender, advierte.
Anteriormente, antes de entrar a una caverna, pedía permiso a través de una oración, sin embargo, hoy, siendo simpatizante del Movimiento Gnóstico, no cree en las cuevas encantadas, más bien cree en los peligros de vida o muerte que consisten en las condiciones climáticas, la fauna rastrera, provisiones y cosas extraordinarias que uno se puede encontrar durante el viaje.
En los lugares vírgenes, dice, puedes encontrarte restos humanos y artesanías ancestrales, cristales de diversos tipos, maravillosos materiales arqueológicos, estalactitas asombrosas, ríos subterráneos, lagos y una diversidad de cosas que nunca antes en tu vida habías visto, enfatiza. Algunos de los hallazgos que ha hecho, añade, se entregaron al Museo Regional de Antropología e Historia de la capital chiapaneca.
Por excelencia, explica apasionado en el tema, la espeleología es una actividad de exploración por encontrar especies, mantos acuíferos, entre otros objetos para su estudio científico. También es un deporte extremo en beneficio de la sociedad, para rescatar vidas y cuerpos, como el caso del espeleosocorro.
Las herramientas y el equipo son costosos, pues uno puede gastarse, dice, hasta 50 mil pesos en utilería personal, como arneses, ascensores, descensores, cuerdas, cascos, botas, gafas, lámparas, traje especial, guantes, taladro, taquetes, entre muchas necesidades, ya que es la vida misma la que se expone, remarca.
Existe un riesgo poco conocido y de consecuencias letales denominado “síndrome del arnés”, causado por quedarse suspendido en la cuerda sin movilidad, ya sea consciente o inconsciente, lo que puede ocasionar una circulación deficiente de sangre en todo el cuerpo, incluso la muerte en pocos minutos, recalca.
Entre otros peligros, te puedo mencionar las caídas de piedras, el aumento intempestivo del nivel de un río subterráneo, hipotermia e histoplasmosis (hongo causado por el guano de murciélagos que puede respirarse accidentalmente y ocasionar una patología sistémica y la muerte).
Salvador Rodríguez Pola, quien ha recibido múltiples cursos, certificaciones y reconocimientos en la materia, revela que algunos espeleólogos han sufrido alucinaciones, que escuchan voces humanas o que miran personas dentro de una cueva, producto del cansancio, fatiga y la falta de condición.
Y es que en el interior de una cueva, cuenta, pierdes la noción del tiempo, los ríos subterráneos y el aire producen ruidos semejantes a voces humanas, dice, al tiempo de recordar que aquella vez fue tanta la alucinación de un espeleólogo que tuvo que recibir tratamiento psicológico.
Entre sus mayores logros está el haber explorado, junto a otros compañeros, El río La Venta, y El Chorreadero, una cueva de tres kilómetros de longitud durante ocho horas de camino oscuro y frío.
Salvador Pola ha realizado simulacros en San Luis Potosí, Ciudad de México, entre otros estados. Además, ha compartido exploraciones y experiencias con franceses, italianos y polacos.
Desde 1995, con la especialidad en espeleología, ahora Rescate Vertical, ha capacitado a varias generaciones de especialistas y hoy cuenta con 17 compañeros certificados como Técnicos en Rescate Vertical en Ambiente Urbano.
Actualmente, Pola, de 46 años de edad, es instructor de espeleosocorro y rescate vertical en la delegación de la Cruz Roja Chiapas y sigue siendo paramédico voluntario de la misma institución en Tuxtla Gutiérrez.
Por fortuna, a mi no me ha pasado ningún incidente grave y seguiré hasta que mis fuerzas me lo permitan, puntualiza esbozando una sonrisa.

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