Rafael Espinosa / Don René hubiera
querido ser arquitecto o ingeniero, sin embargo, por razones de carestía
familiar ha trabajado de pintor, peón, albañil, zapatero, entre otros dignos
oficios que se le cruzaron en el camino durante sus 58 años de vida.
Es posible que don René conozca la
ciudad como un taxista, pues a diario se le ve caminar en las colonias de
Tuxtla Gutiérrez, jalando su máquina hechiza con el cual afila cuchillos,
machetes y herramientas que se han arromado con el uso.
El miércoles afilaba cuchillos en el
estacionamiento de un restaurante. Se sentó sobre su máquina y comenzó a
pedalear con calma hasta que sus dedos familiarizados con el trabajo,
comprobaron el filo incisivo de la hoja de metal.
—Con este trabajo he sacado adelante a
mis tres hijos —dice.
En Tuxtla Gutiérrez existen unos 20
afiladores itinerantes. A diferencia de los demás, don René Escobar Domínguez,
carga su mochila con herramientas para reparar calzado.
—Por si no cae de una chamba cae de
otra —. Sonríe.
Don René, oriundo del municipio de
Simojovel, llegó a la capital desde que era un mozuelo. Después de incursionar
en varios empleos, aprendió a costurar zapatos y cinco años más tarde a afilar
cuchillos a domicilio.
Aunque con los años ha bajado la
demanda de su servicio, dice, siempre sale para comer. Mucha gente prefiere
comprarse otro cuchillo de baja calidad que pagar 50 pesos por afilar el que ya
tiene.
—Si ofrecen pagar más barato, lo
valoro y lo hago, pues esto también es un negocio —reflexiona, al tiempo de decir
que ocurre casi lo mismo con la reparación de calzado.
Sin saber leer ni escribir, dice que
su escuela ha sido la vida. En últimas fechas llega a una escuela pública para
adultos, añade un poco cohibido.
Si escuchan el sonido de su zampoña o
el grito de zapatero en su colonia, es posible que se trate de don René, porque
a sus 58 años seguirá trabajando de lo mismo hasta que Dios se acuerde de él,
puntualiza.
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