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jueves, 10 de enero de 2019

“Ya no creo en la justicia”





Rafael Espinosa * Día Uno / Cuando recibió la mala noticia de su padre, apenas amanecía. Don Virgilio tomaba una taza de café en su mesa, listo para irse a trabajar. De pronto, su hermana se paró en la puerta de la calle, fatigada.

—¡A papá lo atropellaron! 

Eran las seis y media de la mañana del viernes 30 de noviembre.

Don Virgilio sintió un nudo en la garganta, se despidió a prisa de su esposa y se dirigió al hospital “Gilberto Gómez Maza”. Dice que sentía que no tocaba el piso cuando corría, por la desesperación.

Encontró a su padre en la sala de urgencias, postrado, con las dos piernas rotas, igual que el brazo y la clavícula derecha.

Su padre, don Pío Quinto, lustraba zapatos en el Parque 5 de Mayo, y su madre, doña Natividad, vendía dulces en las puertas de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), desde hace más de 25 años.

Don Pío Quinto salía desde muy temprano para evitar las grandes filas en la parada del colectivo. Su esposa, doña Natividad, lo alcanzaba más tarde.

Cuando doña Natividad llegó a su lugar de venta, un vigilante le dijo:

—Doña Nati, no se vaya usted a preocupar, pero a don Pío Quinto lo atropellaron.

Doña Natividad, con sus 80 años, sintió desvanecerse, sin embargo, unas personas que estaban cerca lo ayudaron. Ella misma dio el número telefónico de su hija, hermana de don Virgilio.

Durante los primeros días de hospitalización, don Pío Quinto se quitaba las gasas, los medicamentos intravenosos y desesperado daba vueltas en la cama. El martes 18 lo operaron, aunque sigue intranquilo, tal vez por su edad, dice don Virgilio.

En sus noches de vela, don Virgilio se pregunta si el taxista que atropelló a su padre sentirá algún remordimiento, si su padre volverá a caminar, si seguirán pidiendo prestado o hasta cuándo terminará este suplicio.

Doña Natividad se ha negado a despegarse de la cama de su esposo. Don Virgilio y sus tres hermanos alternan guardias en el hospital. Han gastado más de 20 mil pesos en curaciones y se requiere más. Han pedido prestado cuyo rédito ya comenzó a correr.

—¿Que cómo le hago? —se pregunta y se responde al mismo tiempo—, mientras cuido a mi papá, mi esposa gana por lavar (ropa ajena). Así la hemos pasado estos 21 días.

Don Virgilio, de oficio albañil, ha comprobado una vez más que la justicia es para unos cuantos.

En el crucero donde atropellaron a su padre hay cámaras de seguridad. En los videos ha visto que el taxi que atropelló a su padre es el 4217, placas DNX-821-A, del grupo Radio Taxis Colosio.

Él mismo ha investigado que la unidad está trabajando como si nada. La Fiscalía General de Justicia ya tiene conocimiento.

Seguido llega a preguntar a la Fiscalía por el caso.

—Don Virgilio, no es sólo su caso, tenemos muchos casos que atender —le dicen.

Sale de las oficinas, resignado e impotente.

—Ya no creo en la justicia.

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