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jueves, 10 de enero de 2019

"La muerte de mi padre"



· Una historia de los desplazados de Chenalhó

Rafael Espinosa / Horas después de que el presidente del Congreso del Estado fuese vestido de mujer, comenzó la guerra en Chenalhó. Con traje tradicional y sin protocolos parlamentarios, fue obligado a destituir a la alcaldesa Rosa Pérez y a tomar protesta a Miguel Sántiz como nuevo representante del pueblo, en medio de una presión social cuyas consecuencias aún no terminan.

Aquel 26 de mayo del 2016, David y su padre, indígenas tzotziles, regresaban a su comunidad, el ejido Puebla, Chenalhó, a bordo de la redila de una camioneta, en la que apenas se veían los copetes de los sombreros. Eran cerca de las dos de la tarde.

Delante de ellos, iba otra camioneta también llena de gente. Se detuvieron en la entrada del ejido cuando vieron una emboscada de indígenas encapuchados, seguidores de Rosa Pérez, armados hasta los dientes, con machetes, palos y escopetas.

De pronto, se abrió fuego a diestra y siniestra, de tal modo que David y su padre, igual que el resto, saltaron y huyeron despavoridos. El ánimo se encendió cuando una niña de doce años, hija de un indígena del grupo paramilitar, recibió un balazo en la frente.

David y su padre Guadalupe, de 58 años, entraron a su choza y cerraron la puerta trás de sí. A los cinco minutos, la turba llegó a destruir su casa con palos, piedras y marro, hasta que la puerta de madera cedió de sus goznes.

Javier Gómez abrió la puerta con violencia y entró, seguido por Germán Gutiérrez y Maximiliano Etzín, entre otros que no se cubrían el rostro, mientras que el resto incendiaba casas y vehículos afuera.

-¡Sal a la calle! -le ordenaron.

David, temeroso, se incorporó de la silla sin dar un paso, mientras que sus niños y hermanos saltaban llorando de miedo.

-No estoy cometiendo ningún delito -repuso.

Fue entonces cuando sintió un balazo en la pierna. Su madre que intentó protegerlo recibió otro balazo. Su padre, Guadalupe, ya no pudo más.

-Ya no lastimes a mi familia -suplicó casi hincándose al tiempo que recibió tres balazos en el abdomen y espalda. Los agresores se dieron media vuelta y salieron.

Heridos, con los niños llorosos que los seguían, David y su familia caminaron unos 30 metros, a la casa de su hermana. Las puertas estaban de par en par, con la mesa, las sillas y la cama regadas, trás el paso de la turba. Su hermana no estaba, había ido por un mandado, supieron después.

Se recostaron en el piso a esperarla, sin embargo, don Guadalupe murió tres horas más tarde en el mismo lugar en el que se había recostado. El ejido estaba sitiado e incendiado, sin acceso a ambulancias y patrullas.

***

Desde ese entonces, 249 niños, hombres, mujeres y ancianos (una tercera parte de la población), abandonó el ejido Puebla y no ha vuelto. Vivieron en montañas por muchos meses. Este lunes 19 de noviembre, dos años después, iniciaron la caravana de Pies Cansados, de San Cristóbal de Las Casas a Tuxtla Gutiérrez.

Este viernes, David cargaba a sus dos pequeñas en la orilla de la carretera, en compañía de su esposa, su madre y algunos de sus 10 hermanos. Con él caminan más de 200 indígenas tzotziles. El gobierno de Manuel Velasco se ha desentendido del asunto.

En los ratos de descanso, David llora en silencio y abraza a sus hijas para consolarse.

Nota:

El exdiputado local, Eduardo Ramírez Aguilar, lo visitieron con blusa tradicional, luego de ser retenido junto al exdiputado Carlos Arturo Penagos Vargas, en el municipio de San Cristóbal de Las Casas, y llevado a Chenalhó. Hoy, Eduardo Ramírez es Senador por el partido Morena.

Rosa Pérez, del Partido Verde Ecologista de México, era la candidata oficial del gobernador del estado, Manuel Velasco Coello. Muchos indígenas estaban en contra de esta sucesión por incumplimiento de obras, lo cual originó la tragedia.

Se dice que derivado de la humillación y el escarnio público, Eduardo Ramírez ordenó a Rosa Pérez que enviara a su gente a generar la revuelta en contra de los seguidores de Miguel Sántiz, alcalde sustituto de Chenalhó.

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