Rafael
Espinosa / El martes 10 de noviembre, los perros amanecieron revolcándose y
retorciéndose en la agonía de la muerte, porque minutos antes habían consumido
carne envenenada que dos hombres desconocidos lanzaron en la vía pública. Fue
entonces cuando los vecinos, desconcertados, se arremolinaron a media calle
para saber el origen de aquella desgracia.
Al
principio sospechaban las causas pero confirmaron la hipótesis de
envenenamiento cuando uno de los perros sobrevivientes, que salió de casa
después de los demás, se acercó a un pedazo de carne tirada en la tierra y
minutos después sufría de espasmos y tambaleos.
---Doña
Mary, a nuestros perros los envenenaron ---dijo pensativa una vecina,
observando con detenimiento aquella mortandad.
---Pero…
¿Quién pudo hacer semejante barbaridad? ---repuso doña Mary.
En
aquella conferencia vecinal y confusa, una señora recordó a dos hombres, de
negro, uno de ellos con un bote en el hombro y el otro con una bolsa negra, que
no eran de la colonia y que caminaban sospechosos por la calle.
---Pueden
ser ellos ---asintió con cierta inseguridad.
---¡Desgraciados!
---soltó alguien entre la muchedumbre.
---Y
ahora, ¿qué hacemos con los perros muertos? ---preguntó una tercera.
---Los
enterremos ---contestó otra.
Y
más tarde se vio a hombres y mujeres abriendo hoyos. Unos los sepultaron en sus
patios y otros lo hicieron en terrenos baldíos, sin embargo, al tercer día, los
que sepultaron en descampados, tuvieron que hacer fosas más profundas porque
los perros sobrevivientes, al sentir la descomposición de los cuerpos, los
desenterraron.
Ese
día, la gente logró contar 60 perros muertos, aunque hay quienes afirman que en
total fueron 90. Desde hace más de 25 años que se fundó la colonia Montecristo,
al sur poniente de la capital, jamás, dicen, habían visto algo así.
---A
esta triste colonia ha llegado más pronto la muerte y la delincuencia que la
pavimentación o el alumbrado público ---denuncian.
La
hipótesis más compartida es que fueron envenenados por delincuentes para poder
entrar a robar a los domicilios, aunque hay quienes dicen que pudo ser alguien
que tiene aberración a los caninos y otros, aunque la menos aceptada, una
venganza de alguien que fue atacado por alguno de los que murieron.
Hoy,
a nueve días, nada se sabe de los responsables.
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