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jueves, 25 de febrero de 2021

¡Julián, Julián! ¿Me escuchas?



―¡Julián, Julián! ¿Me escuchas?... Creo que he llegado demasiado tarde.

Bueno, de cualquier modo, quiero decirte que me da tristeza verte en esa caja, rodeado de flores y cirios. Te ves raro ahí, siempre te veía con una sonrisa bonachona, con tu casaca de paramédico y tu cigarrito en la comisura de los labios. La neta es que sí eras entregado en tu chamba; me atrevo a pensar que pasaste más tiempo en la Cruz Roja que en tu casa, ayudando de urgencia al necesitado.

La verdad es que soy malísimo para las despedidas. No quiero despedirme, solo quiero pedirte que disfrutes tu viaje. Aquí estaremos bien, no te preocupes. Salúdame a todos los conocidos en común. Si te topas con el comandante Carlos Toledo o al Burguete, diles que no alcanzaste a despedirte, pero no te sientas mal que la muerte es una maleducada que te lleva sin avisar. Seguramente, te sentarás a platicar con Carlitos y Burguete para contar anécdotas. Y te preguntarán: ¿cómo están las cosas allá abajo, Chato? Es posible que antes de contestar se te haga un nudo en la garganta y comiences a sufrir por tu familia, pero con el tiempo te acostumbrarás a verla desde allá arriba, espiando desde un pedazo de cielo. Los compañeros de allá arriba sabrán como consolarte, como otros lo hicieron con los nuevos huéspedes de ese lugar que muchos quieren conocer y a otros les da miedo.

―Julián, por lo menos has como si me escuchas.

¿Sabes? Hay mucha gente en este lugar. Un chingo de cuates que siempre te quisieron. Nadie cree que te hayas muerto, tan chavo, tan entregado a tu trabajo y a tus hijas. Recuerdas que a veces llegaba yo de madrugada a la Cruz Roja, siempre estabas al tanto o acostado en ese sillón reclinable de la sala de Servicios de Comunicación. ¿Qué hay, Chato? Preguntabas, somnoliento. En ese momento te despabilabas y compartías un cigarrito. ¡Espera!, traen café en tu honor. No quiero compartir el café mientras tú duermes. Mejor diré que más tarde. ¡No gracias, señorita! Ya se fue. ¿En qué estábamos? Ah, sí. Estábamos en que siempre estabas al tanto de las guardias. La neta es que sabías tu chamba, no había quien dijera: Julián está equivocado. Nel, si no fue en vano 25 años como paramédico. Creo que la gente está pensando que ya me tardé mucho frente a la caja. Ya hay una larga fila detrás de mí; seguramente quieren pensar y platicar un poco de cómo es tan injusta la vida con una persona como tú, pero la verdad es que Dios sabe lo que hace. No te acuites. Tu tranquilo, que aquí nosotros calmados, pero Julián, ¿Por qué te fuiste? Ya me está dando ganas de llorar. Hagamos una cosa, hermano, mejor aparta un gran lugar allá arriba, porque la verdad es que todos vamos a ir para allá arriba y no sabemos si vamos a caber. Te quiero contar un secreto, hermano, si algún día me voy, voy a llevar varias cajas de cigarros para que compartamos y nos alcance para toda la eternidad. Espero que Jesús no se moleste. ¿Ya, señor? La vecina de atrás me está apurando. Sale, hermano, hay nos vemos. Cuídate mucho que nosotros cuidaremos a los tuyos. Chao!

Rafael Espinosa

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