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miércoles, 2 de marzo de 2022

“No quiero quedarme sin trabajo”



Rafael Espinosa / Esa tarde del sábado, Jorge, obrero de una constructora, terminó su jornada laboral y pensaba ir a casa con su familia. Sin embargo, le pidieron que cubriera a un compañero del turno de la noche, como banderín, para dar vialidad en una calle que encarpetaban. 

 

En realidad no quería, pero por quedar bien, porque tenía apenas unas semanas de laborar con la empresa, aceptó. Ni siquiera fue a su casa; espero que se hiciera de noche para iniciar la jornada. 

 

Pasó la noche sin novedad, no obstante, a las tres de la madrugada del domingo, un taxi se acercó de manera violenta. En él viajaban el conductor y dos sujetos más, en estado de ebriedad. Desde la ventanilla, el taxista le exigió que lo dejara pasar porque vivía en esa zona. Jorge tenía la orden de no dejar pasar a nadie porque había obreros trabajando.

 

Después de tanta insistencia, los dejó pasar al tiempo que Jorge sacó su teléfono para tomarle una fotografía al taxi, para guardar evidencia de que habían faltado a la restricción. Fue en ese instante que el taxista enfurecido se bajó del auto y lanzó una patada que dio en el brazo izquierdo de Jorge.

 

Dice que al contacto sintió un fuerte dolor en el brazo, como que si la bota tuviera casquillo de fierro en la punta, incluso escuchó un ligero chasquido en su brazo. El taxista abordó la unidad y huyó con la música a todo volumen.

 

Jorge encogió su brazo y se sentó en la acera inmediata, avisándole a su compañero más cercano que lo habían “jodido”. 

 

En una camioneta de la constructora lo llevaron a la Cruz Roja, donde por razones que desconoce no lo pudieron atender. Lo trasladaron a casa de un quiropráctico cercano, quien nunca abrió la puerta porque era de madrugada. 

 

Amaneció en su casa con el intenso dolor en el brazo. Horas después, un huesero lo sobó prohibiéndole hacer esfuerzo porque tenía el brazo fracturado.

 

Preocupado por su trabajo, Jorge le preguntó a la encargada de la constructora:

 

¬–¿Cómo le vamos a hacer, arqui?

 

–Pues, de vigilante de las maquinarias por las noches.

 

Le dijo que había obras en dos puntos de la ciudad. Por fortuna, había una obra de pavimentación al pie de la casa de Jorge por la cual decidió encargarse de la vigilancia de las máquinas. 

 

Después de la jornada diurna de los obreros, se quedaba a cuidar las máquinas de diez de la noche a seis de la mañana.

 

Una tarde, dejaron aparcada una máquina a tres cuadras de su casa, en la colonia Shanká, por lo que decidió quitarle la batería para evitar que se la robaran. No obstante, en ese esfuerzo sintió nuevamente el crujir de su brazo afectado, a la vez de un fuerte dolor.

 

¬–Ya me jodí otra vez –murmuró.

 

Al día siguiente, acudió al huesero para que le acomodara la fractura. A la par de la terapia recibió regaños por su descuido. Este domingo, 6 de junio, nueve días después de la agresión, alrededor de las siete de noche, estaba sentado en la banqueta de su casa, vigilando las máquinas aparcadas. 

 

–¿Quisieras que el taxista te pagara los gastos?

 

–No –dice sin rencor–; lo que no quiero es quedarme sin trabajo.

 

NOTA: La agresión se registró en la 5a Oriente Norte, en Tuxtla Gutiérrez.

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