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sábado, 26 de noviembre de 2011

El lujurioso de Jardines

Rafael Espinosa * CP. El sábado, Luz estaba dormida en su casa. Entre sueños escuchó que alguien tocaba la puerta y en seguida oyó también susurros. El hombre había entrado con libertad al patio sin corral y estaba parado frente a la diminuta vivienda de madera y cartón, bajo las penumbras de la madrugada.

-Ábreme, no seas tonta... un ratito -murmuró-, soy José, tu vecino.

Luz comprendió que se trataba de José María, su vecino, empleado de Comisión Federal de Electricidad, que en los tiempos de la creación de la colonia Jardines del Pedregal 4ª Sección, hace más de diez años, abusaba de su poder con ayuda de sus parientes para quemar las casas de los habitantes que se negaban a pagar la cuota de vigilancia.

Lo sabía también porque era la tercera vez que él intentaba irrumpir a su domicilio, sin que su esposo Noé le creyera, pues confiaba más en su "amigo" José María que en la mujer que le había dado dos hijos, un niño de nueve y una niña de seis.

-¡Váyase o llamo a la Policía! -le contestó angustiada.

-Si no abres te quemó tu casa -advirtió ahora enfurecido, al tiempo en que comenzó a dar de patadas a la puerta de lámina metálica asegurada con tablas de madera. Luego se fue a buscar un encendedor en su carro que tenía estacionado en la calle, con la música fuerte que sin querer escuchaban los demás habitantes.

Luz, de 32 años, marcó al 066 y pidió patrullas. Daba vueltas en su pequeña sala de tres por cuatro, donde tiene hacinada su cocina y sus dos camas. Miraba a sus hijos dormidos, aunque en realidad no lo estaban porque se mantuvieron impávidos desde el momento en que escucharon los golpes en la puerta.

Mientras que José María, de unos 38 años, entraba y salía como león enjaulado del patio, ella volvió a marcar al 66, donde uno de los ejecutivos le dijo que no se desesperara, que las unidades ya iban para allá.

José María siguió con sus gritos, pateó nuevamente la lámina cuantas veces quiso, mientras que Luz escuchaba asustada, detrás de la puerta, el resuello de un animal grande desbordado de rabia. De tantos puntapiés logró romper la aldaba y se fue contra Luz, quien caminó hacia atrás hasta chocar en una cama, con los brazos extendidos por su instinto maternal de protección a sus hijos.

Se desplazó después un metro y llegó a su cocina, se armó de valor y tomó un cuchillo.

-¡Si no te vas no respondo! -amenazó ella.

-¿Qué me vas a hacer perra? -le retó él y la empujó contra el refrigerador. El cuchillo cayó sobre el piso de tierra, a medio metro de un reproductor de películas despedazado por un zarpazo de José María.

En ese momento la patrulla, parada en la esquina, daba "piquetes" a la sirena para dar con la víctima; buscaba el lote 11, manzana 5, la Calle Granate, entre las Avenidas Ámbar y Ónix, donde minutos antes una mujer había pedido auxilio.

José María corrió a la calle, Luz se incorporó y lo siguió. José María se perdió en la penumbra y Luz se acercó a los policías. Éstos le dijeron que se subiera a la unidad para hacer una ronda en la manzana para que reconociera al sindicado, sin embargo, el viaje fue en vano, porque José María se había ocultado, se supo después, en la casa de un vecino llamado Hugo, a unas cinco casas de ahí.

En ese momento la calle desnivelada por piedras y zanjas parecía mercado de ofertas nocturnas, varios vecinos salieron para enterarse de la novedad.

Cuando ella iba acompañada de policías en la patrulla, Noé, de 40, esposo de Luz, llegó del trabajo desconcertándose por la movilización y fueron sus propios niños los que le contaron el escándalo al que se mostraba incrédulo desde el principio. Durante el barullo los menores se mantuvieron aterrorizados haciéndole creer a su madre que dormían para no aumentar su angustia.

Gabriela Alejandra, quien vive a lado de la casa de Luz, también salió y levantó las sandalias de su esposo José María y delante de todos los vecinos que estaban ahí desacreditó a Luz. "Ya vieron que ella (Luz) es la pleitista."

Cuando Luz llegó a la colonia hace diez años, José María, su esposa y sus hijos, ya vivían en esa casa. Al principio hubo amistad entre ellos, no obstante, un día se acabó cuando Luz le dijo a Gabriela Alejandra que fuera por su marido, quien había entrado sin permiso a su casa y le decía cosas lujuriosas.

Una vez Luz, de buena voluntad y sin malas intenciones, saludó de mano a José María y éste no la soltaba, incluso intentó darle un beso. La acosaba continuamente, de modo que hasta le había dicho que le vendiera su casa, sin que su marido aún no le diera importancia a las quejas de su esposa.

-No le hagas caso -le decía Noé, empleado administrativo del Cbetis 144, quien durante hace años hace méritos para sindicalizarse.

Noé salía muy temprano de casa y llegaba muy tarde, motivo por el cual Luz y sus dos hijos se encontraban solos casi todos los días.

Esa madrugada del sábado 29 de octubre, día en que ocurrió el escándalo, Luz estaba confundida, dado a que unos policías le decían que fuera a estas oficinas y otros a otra. Por fin se acerco a la Fiscalía Especializada en Protección a los Derechos de la Mujer, donde le sugirieron que fuera al Centro Administrativo Las Delicias, sitio en que atendieron su declaración.

Ahí, le dijeron que nada moviera del desastre que había quedado, aunque Luz y su familia instalaron la puerta nuevamente porque no podían dormir en una casa sin puerta. Luz esperó a los peritos todo el sábado y aparecieron hasta el domingo casi al anochecer.

Interesada en su caso, Luz llegó los días siguientes para hacer presión a las autoridades y le pidieron que llegara un lunes cuando el personal no laboró y fue hasta el martes que le dijeron que su caso se había turnado a la mesa de trámite número 12. Enviaron un citatorio a José María para el martes de la próxima semana y el acusado no se presentó.

Libraron otro citatorio para el viernes 11 de noviembre. Ese día José María llegó en compañía de una persona que, dijo, era de su confianza, aunque su declaración la haría por escrito. Ese día Noé y su esposa, ante la presencia del servidor público, le reclamaron personalmente a José María y éste se mantuvo callado todo el tiempo.

El 18 de noviembre, José María llevó su declaración y desmentía todo, inclusive narró que él y unos vecinos convivían en su casa, cuando Luz llegó a molestarlos. Alguien llamó al 066, agregó en el texto.

José María se niega ante los funcionarios a pagar los daños ocasionados en la vivienda de Luz, valorados por los peritos de la Procuraduría General de Justicia de Estado (PGJE) y también niega aceptar que las cosas hayan sido como las cuenta Luz.

Por otra parte, con la mano en la cintura, Gabriela Alejandra, esposa de José María, se jacta de presumir que trabajó mucho tiempo en la PGJE y tiene muchos conocidos.

Podría ser cierto, ya que muchas de las cosas que Luz declaró esa madrugada no se las leyeron a José María en el careo, dijo la denunciante.

-¡Mamita, entonces tienes que ampliar tu declaración! -dijo el funcionario a Luz cuando ella alegó esta anomalía.

Ayer, Luz se presentó nuevamente ante la autoridad y le informaron que José María no está dispuesto a pagar nada, por lo que la citaron con dos testigos hasta el próximo 30 de noviembre para que continúe el proceso.

Al parecer sólo se integró el acta administrativa 3106/CAJ4-2/2011, ni siquiera es una averiguación previa. Los que saben dijeron que los delitos deberían ser intento de violación, allanamiento de morada, agresiones, amenazas, acoso, daños y los que resulten, sin embargo, es evidente la manipulación de la querella.

Jorge Muñoa dijo llamarse el que recibió la declaración de Luz, la madrugada del 29 de octubre. Actualmente el caso está en la mesa de trámite 12, a cargo de Ever Morales. La solicitud de peritaje de los daños es el expediente 2888/2011.

Desde que se acabó la amistad, Gabriela Alejandra ha dicho en la calle: "No sé por qué esa perra vive entre nosotros, por eso los de Villahermosa se están ahogando."

"Gabriela Alejandra piensa que soy de Villahermosa", dijo Luz con un acento del norte de Chiapas, "porque allá habita la mayoría de mi familia, pero soy chiapaneca".

Luz y su familia viven intranquilos por temor a que su vecino tome represalias, mientras tanto las autoridades postergan las citas, se muestran desinteresados en el caso, motivo por el cual los denunciantes desconfían de las autoridades.

Luz pidió a Raciel López Salazar, procurador de Justicia del Estado, poner cartas en el asunto, impartir justicia, castigar al responsable y responsabilizó a José María de lo que le pueda suceder a ella, a su esposo y a sus hijos.

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