Vistas de página en total

sábado, 26 de noviembre de 2011

Bebé nació en un taxi


Rafael Espinosa * CP. -¡Si nace tu bebé, ponte valiente, recíbelo! -animaba el taxista al indígena que llevaba a su esposa casi muerta de dolor, acostada en el asiento trasero.

El chofer transitaba de emergencia, en sentido contrario, se pasaba los altos de los semáforos, hacía cambios de luces y tocaba claxon con desesperación para que el tráfico le abriera paso, alentándolo con consejos, de acuerdo con su experiencia como padre de tres hijos.

Sin perder la atención a su camino, nervioso, pero atento al volante, César Trujillo -en soliloquio- oraba para que Juana resistiera llegar al hospital, mientras que Marcelino suplicaba en lengua tzotzil a Dios, que su esposa aguantara los dolores que la hacían sudar frío.

Faltaban quizá diez minutos antes del mediodía, el cielo encapotado apenas permitía el paso de los rayos solares. Cuando más urge desplazarse aparecen más obstáculos en el camino, el tráfico era insoportable, contó César.

Circulaban a prisa, cuando se escuchó el llanto de la nena, en el crucero de la 5ª Norte y 4ª Oriente, rumbo a la Cruz Roja.

La bebé nació alrededor del mediodía, a bordo del taxi con número económico 1449 y matrícula 8509-BHD, casualmente pertenece al sitio de radio-taxis "Unidad Médica del Norte".

-¡Bendito sea Dios! -suspiró César al escuchar el grito estridente de la bebé.

César continuó como un bólido, sin que le importaran los improperios lanzados por los automovilistas. En su trayectoria, una agente femenil motorizada, al saber la noticia, corrió a abrirle paso hasta llegar al hospital anexo a la Cruz Roja.

El taxista llegó tocando claxon, se bajó y avisó a la recepción. La sala de espera se convirtió en un tráfico de mercado; médicos, enfermeras, socorristas, reporteros de guardia y advenedizos se acercaron al vehículo de alquiler.

La nena -envuelta en una chamarra de mezclilla negra-, estaba en los brazos de su madre que sufría los entuertos; su padre, espantado, ayudaba en lo que podía dentro del carro y el taxista, alegre, platicaba la anécdota a los extraños.

La nena fue metida de emergencia al sanatorio, mientras que el médico Juan Carlos Patrinos Gutiérrez, a bordo de la unidad de alquiler, brindaba atenciones a la señora.

El Tsuru fue movido al área de urgencia, donde Juana López Ruiz, de 28 años, fue internada en una cama. Marcelino Pérez Sántiz, de 34, su esposo, con la camisa manchada de sangre, no se despegó de su pareja y tampoco de su primogénita.

-El cordón (umbilical) se cortó solo -contó don Marcelino, quien durante las atribulaciones de su mujer se cambió al asiento trasero del taxi.

Marcelino no daba crédito a lo que había vivido, estaba desencajado, temblaba de emoción y nervios, preocupado también por el importe de la hospitalización y la tarifa del taxista, quien intervino contento que no le cobraría un peso del centro a la clínica.

La recién nacida de signo cáncer, pesó tres kilos y midió 42 centímetros, dijo Lidia Aguilar, enfermera del hospital.

Doña Juana dormía con su suéter rojo y una falda negra que ya no le ajustaba. Al pie de la cama, don Marcelino tenía la camisa blanca con manchas de sangre y en una cuna estaba su nena, alumbrada por un globo de luz.

El médico Juan Carlos Patrinos Gutiérrez informó que el estado de salud de doña Juana era estable, pese a que no tuvo un control clínico durante su embarazo.

La mañana de este martes, Marcelino salió de su cuarto que renta por 500 pesos mensuales desde hace siete meses y dejó a su esposa en buen estado de salud. Se dirigió al crucero de la Patria Nueva, donde diariamente obtiene 30 ó 40 pesos de ganancia por la venta de chicles y cigarros sueltos.

Tres horas y media después, Juana llegó a buscarlo, sentía dolores en el vientre.

Marcelino y Juana, oriundos de San Juan Chamula, tomaron un taxi cuyo conductor era don César Trujillo quien los llevó a su domicilio, en la 1ª Oriente y 4ª Norte del centro de la capital.

Con cierta intranquilidad, Marcelino dejó sus productos en el cuarto reducido y desordenado, incluso el taxista pensó que su cliente ya no saldría de su vivienda, motivo por el cual ingresó y comprobó las condiciones de pobreza de la pareja tzotzil.

-¿Cuánto me cobras un viaje adelante de San Cristóbal o a la terminal? -preguntó Marcelino, ahora más desesperado por las molestias de su mujer.

-Mejor llévala al Hospital Regional -sugirió el taxista, al notar la gravedad de la señora.

Marcelino estaba convencido de que su bebé nacería el 4 ó 5 de agosto, incluso ayer -tal vez por su ingenuidad o por la falta de recursos- pretendía llevarla a casa de sus suegros (a San Juan Chamula) para que él ahorrara, mientras llegaba la hora del alumbramiento.

Marcelino aceptó llevarla al Hospital Regional, sin embargo, en medio del caos vial, el taxista decidió desviarse rumbo al hospital de la Cruz Roja, pero el nacimiento se adelantó unas 20 cuadras antes.

Durante sus 30 años de chofer, César jamás había pasado momentos de angustia como éste, mucho menos había visto subir a dos pasajeros y bajar a tres. A sus 44, ha abordado miles de pasajeras embarazadas, pero nunca había escuchado el primer grito de un recién nacido en su taxi, relató sin contener emoción.

Tres horas más tarde la nueva familia fue llevada en una ambulancia de la Cruz Roja al Hospital Regional "Rafael Pascacio Gamboa". Al parecer no le cobraron, aunque ahora la impaciencia de Marcelino era por el costo de los servicios médicos del Hospital Regional.





No hay comentarios:

Publicar un comentario