Rafael Espinosa / Moisés siente un amor
intenso por su padre que daría la vida por él. Hace poco estaba en su silla de
ruedas, en su casa, cuando escuchó el frenar intempestivo de un coche y lo
primero que pensó fue en su padre que había ido a la tienda. Como pudo salió a
la calle y vio a su padre tirado en el pavimento sin que pudiera hacer algo con
su impotencia más que inquietarse en su silla.
***
Moisés nació hace 24 años sin que hasta
hoy pueda caminar a causa de un tumor en la columna vertebral que le extrajeron
a los tres días de nacido. Su padre le ha contado, sin culparlo a él, que
después de su nacimiento aumentaron los problemas maritales hasta llegar a la
separación; ella se quedó con cuatro niños y él se hizo cargo de Moisés.
Vivían en un pueblo de la costa de
Guatemala donde su padre lo cargaba para todos lados y lo apoyaba en sus
necesidades elementales. Aprendieron a vivir juntos con carencias profundas
aunque siempre han superado las adversidades. Al poco consiguieron una silla de
ruedas que hizo la vida más fácil a ambos.
Un día salieron de este pueblo donde por
primera vez Moisés intentó quitarse la vida al terminar la relación que tenía
con una chica de su edad cuyo fin conserva en secreto y en la intimidad de sus
recuerdos.
—Tenía la soga en el cuello, pero no
alcancé ninguna viga que la sujetara —cuenta Moisés quien ahora se ríe de
semejante barbaridad.
Más tarde, cruzaron la frontera de
Guatemala con México y se instalaron en Tapachula, Chiapas. De este modo es que
después llegaron a Tuxtla Gutiérrez donde residen desde hace más de 15 años.
Sin que ninguno de los dos supiera leer
ni escribir, andaban como errantes y con gran inocencia, de tal modo que los
agentes de migración no se molestaron en revisarlos y muchos menos en pedirles
sus documentos.
Como hasta hoy, con ayuda de su padre,
Moisés pide dinero en los cruceros y parques de la capital y rentan una casa
pequeña en la colonia Los Manguitos, en Tuxtla, donde no tienen más que sendos
colchones en el piso y ropa en cajones, sin radio ni televisión.
Dice que algunos automovilistas les han
gritado improperios como: ¡Pónganse a trabajar! ¡No te hagas, si bien que
caminas!
Moisés sólo les contesta: Que Dios los
bendiga y cuide sus hogares.
Ha aprendido a abrir la llave de la
regadera, a bañarse y cambiarse solo. Por las mañanas, se levanta y en raras
ocasiones desayuna pollo frito que tanto le gusta.
Su mayor ilusión es tener una familia
propia y comprarse una silla de ruedas semideportiva. Le agrada el basquetbol
cuyo deporte practica a veces en el “Panchón Contreras”.
Un día, cuando andaba en el centro, sólo
por curiosidad entró a una tienda deportiva y salió desilusionado, con su cara
alargada, al enterarse de que la silla que desea cuesta 18 mil pesos.
—Ah, gracias, le dijo al empleado
—recuerda.
Todas las noches platica con su padre
hasta que se queda dormido.
Esta tarde del miércoles, su padre, de
66 años, se quedó en casa porque se sentía indispuesto. Aquella vez del
accidente, por fortuna las heridas no fueron graves, sin embargo, ha sentido el
peso de los años.
Esta vez, Moisés ha salido solo rumbo al
centro a pedir caridad y encontrarse con amigos ambulantes para ir aprendiendo
vivir cuando su padre ya no esté.
No hay comentarios:
Publicar un comentario