Vistas de página en total

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Mi padre y yo





Rafael Espinosa / Moisés siente un amor intenso por su padre que daría la vida por él. Hace poco estaba en su silla de ruedas, en su casa, cuando escuchó el frenar intempestivo de un coche y lo primero que pensó fue en su padre que había ido a la tienda. Como pudo salió a la calle y vio a su padre tirado en el pavimento sin que pudiera hacer algo con su impotencia más que inquietarse en su silla.

***

Moisés nació hace 24 años sin que hasta hoy pueda caminar a causa de un tumor en la columna vertebral que le extrajeron a los tres días de nacido. Su padre le ha contado, sin culparlo a él, que después de su nacimiento aumentaron los problemas maritales hasta llegar a la separación; ella se quedó con cuatro niños y él se hizo cargo de Moisés.

Vivían en un pueblo de la costa de Guatemala donde su padre lo cargaba para todos lados y lo apoyaba en sus necesidades elementales. Aprendieron a vivir juntos con carencias profundas aunque siempre han superado las adversidades. Al poco consiguieron una silla de ruedas que hizo la vida más fácil a ambos.

Un día salieron de este pueblo donde por primera vez Moisés intentó quitarse la vida al terminar la relación que tenía con una chica de su edad cuyo fin conserva en secreto y en la intimidad de sus recuerdos.

—Tenía la soga en el cuello, pero no alcancé ninguna viga que la sujetara —cuenta Moisés quien ahora se ríe de semejante barbaridad.

Más tarde, cruzaron la frontera de Guatemala con México y se instalaron en Tapachula, Chiapas. De este modo es que después llegaron a Tuxtla Gutiérrez donde residen desde hace más de 15 años.

Sin que ninguno de los dos supiera leer ni escribir, andaban como errantes y con gran inocencia, de tal modo que los agentes de migración no se molestaron en revisarlos y muchos menos en pedirles sus documentos.

Como hasta hoy, con ayuda de su padre, Moisés pide dinero en los cruceros y parques de la capital y rentan una casa pequeña en la colonia Los Manguitos, en Tuxtla, donde no tienen más que sendos colchones en el piso y ropa en cajones, sin radio ni televisión.

Dice que algunos automovilistas les han gritado improperios como: ¡Pónganse a trabajar! ¡No te hagas, si bien que caminas!

Moisés sólo les contesta: Que Dios los bendiga y cuide sus hogares.

Ha aprendido a abrir la llave de la regadera, a bañarse y cambiarse solo. Por las mañanas, se levanta y en raras ocasiones desayuna pollo frito que tanto le gusta.

Su mayor ilusión es tener una familia propia y comprarse una silla de ruedas semideportiva. Le agrada el basquetbol cuyo deporte practica a veces en el “Panchón Contreras”.

Un día, cuando andaba en el centro, sólo por curiosidad entró a una tienda deportiva y salió desilusionado, con su cara alargada, al enterarse de que la silla que desea cuesta 18 mil pesos.

—Ah, gracias, le dijo al empleado —recuerda.

Todas las noches platica con su padre hasta que se queda dormido.

Esta tarde del miércoles, su padre, de 66 años, se quedó en casa porque se sentía indispuesto. Aquella vez del accidente, por fortuna las heridas no fueron graves, sin embargo, ha sentido el peso de los años.

Esta vez, Moisés ha salido solo rumbo al centro a pedir caridad y encontrarse con amigos ambulantes para ir aprendiendo vivir cuando su padre ya no esté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario