Rafael
Espinosa │”Radio Ombligo” fue el programa infantil más querido en la historia
de la radio en Chiapas. Sonaba todas las mañanas en el automóvil, la cocina, el
trabajo y en cualquier lugar donde se escuchara una de las 14 estaciones de la
red del Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía.
Durante
17 años al aire, atrapó la imaginación de niñas, niños, hombres, mujeres y
ancianos, a través de inolvidables personajes como El Zopilote, La Gaviota, El
Tortugo, Ratadeule, La Vaca, Kalimán, Oscarito, Gerasio Contreras y Doña
Eulalia.
Desde
una noche antes hasta la madrugada, Raymundo escribía cuentos y poesía acerca
de los valores cívicos, ciencia, música, literatura, teatro, cine, salud,
deporte, que preparaba para el programa del día siguiente.
A
lo largo de tres mil 500 transmisiones, Radio Ombligo ganó cuatro primeros
lugares de la Bienal Internacional de Radio. Además, Raymundo Zenteno recibió
un reconocimiento de manos de Michel Obama, en la Casa Blanca, Estados Unidos,
por el contenido de su programa.
―Pero,
¿por qué Zopilote?
―Desde
niño siempre me gustó ver el vuelo de los zopilotes en los cielos.
Cuando
tenía once años, sus padres decidieron abandonar su natal Bochil, Chiapas, para
mudarse a una casa chica de la Ciudad de México. La añoranza de su amplio
patio, de la convivencia con animales silvestres y bosques virginales,
influyeron para dedicarse al sector infantil.
A
los 36 regresó a Chiapas. Se dedicó a la promoción de la lectura, a través de un
programa de Coneculta, cuyo personaje, Jartum, entre mago y poeta, se dedicaba
a enviar epístolas a los niños chiapanecos.
El
niño que contestaba la carta recibía un libro que tenía que leer y enviar un
resumen del mismo a Jartum quien le mandaba otro libro. Hubo niños que leyeron
hasta cuatro libros.
―Por
falta de presupuesto del gobierno ―resume Raymundo.
Suman
siete meses que Radio Ombligo se retiró de la barra programática con la
esperanza de que el Zopilote, de gabardina negra, y la elegante Gaviota,
vuelvan al aire.
Aunque
los personajes esperan impacientes en el imaginario Cerro del Rebote, Raymundo
vive en alguna parte de Tuxtla de Los Conejos, en una casa con árboles
frondosos, puertas de madera, sala desenfadada y luces tenues.
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