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domingo, 24 de febrero de 2013

La mujer que perdió sus sueños entre la pobreza




Rafael Espinosa:

Durante su infancia soñó ser profesora de una escuela primaria, sin embargo, hoy a sus 74 años, su anhelo terminó sepultado en la pobreza, de modo que ni siquiera aprendió a leer y escribir.
Doña Maura Pérez Hernández habita literalmente al pie del Cañón del Sumidero, sobre la Fresno, la última calle de la Colonia Patria Alta, en el lote 24, manzana 161, al norte oriente de la capital chiapaneca.
Por un lado fue la carencia económica de su familia y por otro la costumbre de sus padres, pues siempre pensaron que las mujeres, particularmente, no debían estudiar porque serían mantenidas por sus maridos.
De sus tres hermanos, sólo uno de ellos logró terminar la primaria y el resto tampoco fue a la escuela, no obstante, recuerda, se hicieron hombres de bien, pero con trabajos pesados y sobrellevando la pobreza a cuestas.
Con el tiempo llegó a darle la razón a su padre y creyó que sus problemas económicos terminarían con el casamiento, pero las cosas empeoraron, de tal forma que -teniendo su propia familia- hubo días en que soñaba que sobre la mesa hubiera un pedazo de carne que un habitual plato de frijoles.
Se casó con don Mariano Hernández López, quien ahora tiene 85 años. Durante su etapa productiva y cuando su edad se lo permitía, don Mariano salía a ofrecer sus servicios de zapatero a domicilio.
En ese entonces, doña Maura también tuvo que salir a vender frutas y verduras a las calles para aportar a la economía familiar y sacar adelante a sus niños: Humberto, Javier y Samuel.
También soñó con tener una vivienda digna como recompensa a los años de sacrificio laboral, pero su vida continúa, dice, en esa misma pobreza económica, en una casa que para cualquiera sería una galera, aunque para ella "es lo más valioso que tiene en la vida, aparte de sus hijos y sus ocho nietos".
Hoy, la mejor noticia que puede tener es haber criado hijos buenos, que involuntariamente son parte de la herencia generacional de la pobreza extrema, "igual que un millón y medio de chiapanecos", de acuerdo con cifras oficiales.
Su hijo Humberto tiene 40 años, sólo terminó la escuela primaria y trabaja de albañil. Javier, de 38, también concluyó la educación básica y es obrero en la comunidad Agua Azul, en el norte de Chiapas. Samuel, de 34, es peón, también egresó únicamente de la escuela primaria.
Ellos, dice doña Maura, tenían el deseo de estudiar una carrera corta, la cual fue truncada por falta de dinero, pues de "zapatero mi esposo y yo de vendedora no pudimos darles estudios, y las cosas empeoraban cuando alguien de la familia enfermaba", recuerda.
Doña Maura vivió una situación muy similar a la de su familia en el municipio de Soyaló, pues su padre era labrador y su madre ama de casa, aunque en diferente tiempo y espacio, pero con carencias similares.
Actualmente, casi siempre está en casa y su esposo tampoco sale a las calles a reparar zapatos, viven del apoyo de sus hijos quienes con frecuencia los llegan a visitar, salvo el que está en el norte del estado a quien se le hace difícil viajar por los costos del pasaje.
Reconoce también que ella y su esposo "forman parte de las 240 mil personas mayores de 64 años", que son beneficiadas por el programa "Amanecer".
Ayer, doña Maura estaba en la cocina -acompañada de uno de sus hijos que estaba de visita-, cuando salió al patio. Se paró en la esquina de su casa, detrás de una estructura de colchón que le sirve de corral de su casa.
La Delegación de la Patria Nueva, de Tuxtla Gutiérrez, estima 47 mil habitantes, de los cuales por lo menos ocho mil son de la tercera edad, informó José Luis Ramírez, delegado del asentamiento.
De esta totalidad, en promedio, más de la mitad sufre pobreza extrema o algún tipo de carencia.

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