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domingo, 24 de febrero de 2013

La espera de su amor




Rafael Espinosa:

-­­­­-Si eres hombre de palabra, háblale a mi padre --le dijo Hermelinda a José Domingo.

Esa mañana del Día de la Santa Cruz, José Domingo la había alcanzado en una vereda de Totolapa, Chiapas, cuando ella caminaba rumbo al molino del pueblo. En la tarde fue a pedir la mano a los papás de ella. Su futuro suegro le preguntaría después el motivo de su visita y él contestó sin ambages: "Porque la quiero."
Sin embargo, Hermelinda estaba insegura luego de que había tenido una mala experiencia con otro hombre. En ese entonces, José Domingo tenía 18 años, ella 30 y era madre de una niña.

--Dile a tus papás que vengan a hablar conmigo --le contestó el papá de Hermelinda.

Al otro día llegaron. Nada se pudo hacer. Así luchó durante varios días hasta que consiguió a la que sería su esposa durante toda la vida.
Un año antes había tratado de tener un acercamiento con los papás de Hermelinda, no obstante, la plática se mezcló con el alcohol y la reunión casi acaba en tragedia. Su futuro suegro sacó un machete y corrió a todos.
Ese mismo día, Hermelinda se fue a trabajar a San Cristóbal y regresó, un año después, el mero Día de la Santa Cruz. Durante este lapso, José Domingo se puso a tomar más de lo normal hasta que llegó este día santo en que la vio y la alcanzó en el camino, cuando ella iba al molino.
Como ella estaba contrariada, José Domingo llegó otro día a hablar a la casa de sus futuros suegros. El papá le dijo, platica con ella. Atravesó el patio hasta llegar al cuarto de horcones, donde Hermelinda le daba de mamar a su primogénita. Es probable que ella sintiera algo por él, sin embargo, estaba insegura por su primera experiencia.
Al salir, José Domingo se despidió cabizbajo de su suegro, quien lo detuvo conjeturando la mala respuesta. En ese mismo instante, el papá entró al cuarto y ordenó a su hija Hermelinda que se fuera con José Domingo.

--No estés engañando al muchacho, si lo quieres dile de una buena vez --. Fue lo último que escuchó Hermelinda de su padre. José Domingo y ella se fueron juntos.

Doña Hermelinda recuerda que "el tigre" lo veía de lejos, refiriéndose a la ocasión en que don José Domingo lo topó en el camino.

--Esta vez no la voy a dejar ir --dijo también aquel día José Domingo, cuando supo que ella había regresado de San Cristóbal. Ambos ríen un poco tímidos.

Hoy, ella tiene 80 años y él 68, tienen seis hijos (todos ellos con familia propia) y viven felices, en la avenida Topacio, manzana 42 y lote 1, en la colonia Democrática, al norte de la capital chiapaneca.
Contrario a lo que se podría esperar, consagraron su matrimonio ante las leyes de Dios después de 15 años de vivir juntos, cuando ya tenían varios niños.
Los habitantes de la colonia Democrática se han preguntado más de una vez si José Domingo y Hermelinda tienen algo especial, pues casi todo el tiempo se les ve juntos.
En el domicilio, donde han vivido 25 años, la pareja cuenta que su estabilidad familiar ha dependido quizá, porque ambos son pacientes, toman las cosas con calma y en lugar de pelear buscan solución a cualquier problema.
La mayor preocupación de ambos a estas alturas de la vida es que alguno de los dos se vaya de este mundo.

--Ahora estamos platicando, pero quizá mañana estemos bajo la tierra --puntualizó don José Domingo.

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