Rafael
Espinosa:
--Si
eres hombre de palabra, háblale a mi padre --le dijo Hermelinda a José Domingo.
Esa
mañana del Día de la Santa Cruz, José Domingo la había alcanzado en una vereda
de Totolapa, Chiapas, cuando ella caminaba rumbo al molino del pueblo. En la
tarde fue a pedir la mano a los papás de ella. Su futuro suegro le preguntaría
después el motivo de su visita y él contestó sin ambages: "Porque la
quiero."
Sin
embargo, Hermelinda estaba insegura luego de que había tenido una mala
experiencia con otro hombre. En ese entonces, José Domingo tenía 18 años, ella
30 y era madre de una niña.
--Dile
a tus papás que vengan a hablar conmigo --le contestó el papá de Hermelinda.
Al
otro día llegaron. Nada se pudo hacer. Así luchó durante varios días hasta que
consiguió a la que sería su esposa durante toda la vida.
Un
año antes había tratado de tener un acercamiento con los papás de Hermelinda,
no obstante, la plática se mezcló con el alcohol y la reunión casi acaba en tragedia.
Su futuro suegro sacó un machete y corrió a todos.
Ese
mismo día, Hermelinda se fue a trabajar a San Cristóbal y regresó, un año
después, el mero Día de la Santa Cruz. Durante este lapso, José Domingo se puso
a tomar más de lo normal hasta que llegó este día santo en que la vio y la
alcanzó en el camino, cuando ella iba al molino.
Como
ella estaba contrariada, José Domingo llegó otro día a hablar a la casa de sus
futuros suegros. El papá le dijo, platica con ella. Atravesó el patio hasta
llegar al cuarto de horcones, donde Hermelinda le daba de mamar a su
primogénita. Es probable que ella sintiera algo por él, sin embargo, estaba
insegura por su primera experiencia.
Al
salir, José Domingo se despidió cabizbajo de su suegro, quien lo detuvo conjeturando
la mala respuesta. En ese mismo instante, el papá entró al cuarto y ordenó a su
hija Hermelinda que se fuera con José Domingo.
--No
estés engañando al muchacho, si lo quieres dile de una buena vez --. Fue lo
último que escuchó Hermelinda de su padre. José Domingo y ella se fueron
juntos.
Doña
Hermelinda recuerda que "el tigre" lo veía de lejos, refiriéndose a
la ocasión en que don José Domingo lo topó en el camino.
--Esta
vez no la voy a dejar ir --dijo también aquel día José Domingo, cuando supo que
ella había regresado de San Cristóbal. Ambos ríen un poco tímidos.
Hoy,
ella tiene 80 años y él 68, tienen seis hijos (todos ellos con familia propia) y viven felices, en la avenida Topacio, manzana 42 y lote 1, en la
colonia Democrática, al norte de la capital chiapaneca.
Contrario
a lo que se podría esperar, consagraron su matrimonio ante las leyes de Dios
después de 15 años de vivir juntos, cuando ya tenían varios niños.
Los
habitantes de la colonia Democrática se han preguntado más de una vez si José
Domingo y Hermelinda tienen algo especial, pues casi todo el tiempo se les ve
juntos.
En
el domicilio, donde han vivido 25 años, la pareja cuenta que su estabilidad
familiar ha dependido quizá, porque ambos son pacientes, toman las cosas con
calma y en lugar de pelear buscan solución a cualquier problema.
La
mayor preocupación de ambos a estas alturas de la vida es que alguno de los dos
se vaya de este mundo.
--Ahora
estamos platicando, pero quizá mañana estemos bajo la tierra --puntualizó don
José Domingo.
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