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sábado, 28 de enero de 2012

Joven asesinado de un balazo



Por Rafael Espinosa:
Al contacto de una bala nueve milímetros en su cabeza, el joven azotó la cara en el teclado del tragamonedas y luego desvanecido cayó al piso junto al banquito donde estaba sentado.
William Roberto, de 18 años, jugaba una de las máquinas de apuestas del changarro ubicado en la Calle Alejandrina entre las Avenidas Ámbar y Ónix de la colonia Jardines del Pedregal Cuarta Sección, a unos 30 metros de su domicilio.
Carlos Alexander Ocaña, de 16 años, vecino de la colonia y quien pegado a la máquina observaba el juego de William Roberto, quedó impávido al momento de la descarga.
En el changarro estaban también el albañil Juan Carlos Muñoz, de 27, y su peón José Alexis Arce, de 16. Trabajaban a unos tres metros de los tragamonedas adyacentes a la puerta principal y tenían abierto el portón a través del cual salían y entraban con el material.
Cerca de las 14:20 horas un sujeto entró por el portón, se detuvo en un pretil que está a lo largo de la sala y presuntamente acercó el cañón hasta disparar a quemarropa contra la humanidad de William Roberto Cruz Méndez, de 18 años.
La víctima estaba de espaladas, mientras que los obreros estaban en lo suyo.
Tras el disparo, William Roberto se incrustó en la máquina de apuestas y luego resbaló desvanecido hacia el piso.
Después de superar su aturdimiento, Carlos Alexander salió a la calle y fue a la casa del vecino para pedir auxilio.
Juan Carlos y José Alexis, los obreros, corrieron sobre la calle pedregosa sin hallar pistas del asesino. Hay quienes dijeron que el prófugo vestía una playera negra, pantalón de mezclilla azul y aparentaba unos 35 años.
Después llegó un hombre que dijo llamarse Dagoberto Cruz Martínez, de unos 55 años, padre del occiso. Estaba desconcertado, bloqueado, incluso ni podía pronunciar el nombre de su hijo a la Policía. Minutos más tarde se controló con bebidas y la mitad de un limón que le dieron sus vecinos.
También una joven se abrió paso entre el remolino de policías, con el corazón hecho pedazos. Al llegar al área de acordonamiento, sus familiares la retuvieron, se quiso resbalar de las manos que la detenían para ver a su hermano, hasta que cayó ahogada en llanto sobre el piso.
Se supo que William Roberto trabajaba de velador con un arquitecto, en la colonia. Del asesino nada se supo, salvo un cartucho útil calibre nueve milímetros que se le cayó en la escena del crimen.
Carlos Alexander Ocaña dijo que William llevaba cerca de una hora jugando.
Durante las diligencias, la monotonía musical del tragamonedas fue lo único que se conservó de principio a fin.

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