* Comenzó a trabajar de
ayudante por necesidad, ahora lo hace con gusto
Rafael Espinosa / Doña
Mercedes hace mezcla de cemento, carga ladrillos, repella muros y gana 30 por
ciento menos que un varón haciendo lo mismo. A sus 52 años, es una albañil,
madre de dos hijos y abuela de cinco nietos.
Desde los 32, se empleó como
ayudante por necesidad y ahora es una albañil que hace su trabajo con gusto,
dice; aunque también se ha dedicado a lavar y planchar ropa ajena, entre otros
oficios temporales como cocinera y empleada doméstica.
Regularmente se levanta a
las cuatro de la mañana y baja hacia la Central de Abastos para recoger
verduras en buen estado. Una hora más tarde le da de comer a sus pollos de
patio y prepara el lonche que ha de comer en la obra con su actual esposo.
*
A los nueve años, doña
Mercedes quedó huérfana de padre. Por ser una de las mayores de la familia, se
hizo cargo de sus 11 hermanos, mientras que su madre se iba a vender “de todo
un poco” en su natal Honduras.
Recuerda que de niña, cuando
apenas alcanzaba el fogón, hacía tortillas a mano, después se iba a la montaña
y a lomo de caballo traía los tercios de leña que vendía para contribuir con
los gastos domésticos.
Siendo adolescente se
levantaba a la una de la madrugada para hacer dos mil tortillas diarias para el
5º Batallón del Ejército de su país, con ayuda de su madre. A las seis de la
mañana comenzaba los quehaceres del hogar y en el transcurso del día atendía a
sus hermanos. En la noche iba a la escuela.
A los 27 años, salió de Honduras
con la intención de llegar a los Estados Unidos, sin embargo, en Chiapas se
topó a su tío quien había sido deportado de aquel país.
—Ya no sigas hacia allá,
hija, está muy fea la cosa —le advirtió.
Doña Mercedes radicó en
Tapachula haciendo postres y piñatas para sobrevivir hasta que se le presentó
una oferta laboral en Cigarrera La Moderna, en Frontera Hidalgo, donde
cocinaba, junto a otras compañeras, para 200 trabajadores.
Más tarde, en Tuxtla
Gutiérrez, capital de Chiapas, se empleó como ayudante de cocinera, de
limpieza, aunque casi siempre ganaba como peón en el oficio de la construcción.
Cuando su primer esposo
falleció, tocaba las puertas para lavar ropa a domicilio y sacar adelante a sus
dos hijos. Lavaba hasta ocho docenas diarias, desde temprano hasta la noche,
pero lo más triste, dice, era cuando me decían: se lo pago mañana
—Y ahora… ¿Qué les doy de
comer a mis hijos? —se decía.
Sólo concluyó la secundaria,
aunque le hubiera gustado ser ingeniera o arquitecta; lo mejor que le ha pasado
en la vida es tener trabajo, pues el trabajo, dice, es mi mero mole.
—Mi vida ha sido difícil,
pero nunca me he rendido —dice doña Mercedes quien tiene 25 años en Chiapas, y
seguramente acá han de enterrarla, pues ha comprado, en abonos, un paquete
funerario que incluye terreno en el panteón.
*
Hace poco se inscribió a un
curso de Pasteras y Morteros, relacionado con acabados en albañilería que fue
como una semana más de trabajo, agrega.
—Doña Mercedes, por favor,
compártanos unas palabras —le pidieron el día de la clausura.
Sintiendo una combinación de
nervios y alegría, doña Mercedes se levantó de su asiento, saludó a la mesa del
presídium y se paró frente a sus 19 compañeras que habían concluido el curso.
—Mi nombre es Mercedes
Villanueva Rivera; tengo 52 años. Estoy muy contenta por haber terminado el
curso. He sido peón de albañil de mi hermano y ahora de mi esposo y lo seguiré
haciendo hasta que Dios me preste vida —dijo orgullosa.
Doña Mercedes se había
enterado del curso por su nieto que asiste a Casa Taller del DIF Tuxtla para
aprender un oficio.
Recuerda que su nieto le
dijo:
—Abuela, hay un curso del
trabajo que sabe usté hacer —.
—¿Será, hijito? —
—Sí, abuela, ayer comenzó —.
Al día siguiente, doña
Mercedes fue de la mano de su nieto y se inscribió. Una semana después recibió
su reconocimiento como una de las mejores del grupo.
*
Generalmente un albañil
percibe un sueldo promedio de 300 pesos diarios, en tanto que a ella sólo le
pagan 200.
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