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jueves, 6 de marzo de 2025

César del Valle, una nueva oportunidad

 



Rafael Espinosa / A los 11 años de edad, César perdió ambos brazos a causa de una descarga eléctrica. La curiosidad de mirar cómo armaban los juegos mecánicos de la Feria de la Primavera y de La Paz, en San Cristóbal, fue el motivo para subirse a la azotea del tercer piso de la casa de un familiar.

En un descuido, se desbalanceó y para no caerse se sujetó de los cables de alta tensión, ocasionándole severas quemaduras de tercer grado en ambas extremidades superiores. Fue tan fuerte la descarga que lo aventó unos cinco metros sobre la misma azotea. Más tarde dirían los doctores que tal decarga era capaz de quitarle la vida. Pero atribuye que gracias a Dios, él cuenta con una segunda oportunidad de vida.

Sus familiares le comentan que inmediatamente después del accidente se levantó, fingiendo que nada le había ocurrido, incluso se puso molesto porque a la fuerza lo subieron a la ambulancia. De esa parte no se acuerda, refiere.

El accidente ocurrió el 24 de marzo del 2005; el 06 de abril, 13 días después, le amputaron los brazos tras sufrir 27 cirugías y dos meses y medio de internamiento, en la Ciudad de México.

Tenía los brazos y las manos colgados, no podía moverlos a voluntad, estaban sin vida.

Para la familia, siendo hijo único, fue un sufrimiento tremendo, sin embargo, César supo sortear las dificultades emocionales. Hubo momentos escolares incómodos, pero así como hay compañeros malos hay buenos, comenta.

Hoy, 17 años después del accidente, sentado en una cafetería, frente al Parque de La Marimba, en Tuxtla Gutiérrez, cuenta que es conferencista, toca la Marimba Podolaria, única en el mundo, fabricada por su maestro, de San Cistóbal de las Casas, César Alexis Díaz.

En el 2019, César del Valle rindió tributo a José José, con el tema “El Triste”, en el programa “Venga La Alegría”. En San Cristóbal, Chiapas, tuvo la dicha de tocar una canción, de manera espontánea, con Arturo Aquino, “El Piano de México”, en el marco del Festival Internacional Cervantino Barroco.

Participó en el Festival Internacional de Marimbistas, en Villahermosa, Tabasco y Tuxtla Gutiérrez, así como en eventos culturales en distintos municipios de Chiapas, y de manera virtual hizo una presentación para el estado de Tamaulipas.

Además, concluyó la Licenciatura en Derecho, la Maestría en Derecho Constitucional y Amparo. Actualmente trabaja en el área de Derechos Humanos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del Estado. Es también Premio Estatal de la Juventud 2014.

César Artemio del Valle Ruiz es oriundo de San Cristóbal pero radica en Tuxtla Gutiérrez.

Conforme han pasado los años, ha aprendido a valerse por si solo. Se ayuda de sus dientes para tomar un vaso, los dedos de los pies para el teclado de la computadora, su boca para escribir y usar el teléfono celular, con una habilidad impresionante, de tal manera que en un mes aprendió a tocar la Marimba Podolaria, recuerda.

Hoy, ha decidido vivir de forma independiente como parte de sus retos, aunque sus padres temerosos por tal decisión, lo apoyan en este reto que para César significa dar un gran paso para su crecimiento personal.

“Es hora de volar solo”, advierte.






Vivir para servir, servir hasta morir: paramédico

 




Rafael Espinosa // Aquel último día de febrero su esposa le dio un beso y lo bendijo en la puerta de su casa antes de salir. Se había levantado a las 5:30 de la mañana. Eliezer alistó sus cosas, se puso el uniforme y, en su recámara, como siempre, agradeció a Dios por su vida, su hija, su esposa y la vida de los demás.

Se dirigió a su trabajo.

A diferencia de otros viernes, en éste había más flujo de tráfico en la ciudad.

—Quizá porque es quincena—pensó al llegar a la Dirección de Atención a Emergencias (DAEC), de la Secretaría de Protección Civil de Tuxtla Gutiérrez, su centro de trabajo.

A la 14:03 de la tarde, cuando Eliezer y sus compañeros regresaban de combatir un incendio de pastizal, se activó la alarma de emergencia en los radios de comunicación.

—Compañeros, reportan volcadura de un camión con personas prensadas —se escuchó en la radio y continuó la voz—; comandante diríjanse al Libramiento Norte a la altura del Mirador Los Amorosos.

El operador encendió la sirena de la unidad de ataque rápido y se dirigieron al lugar.

—Parece que cuando más prisa tiene uno más tráfico hay —comentó uno cuando estaban en el congestionamiento, cerca del Reloj Floral.

Minutos más tarde, a las 2:10, en el Libramiento Norte, divisaron un camión de pasajeros volcado a media carretera y un tráiler en sentido contrario colisionado en un auto compacto.

Eliezer y sus compañeros, Jordán y Agustín, dejaron la unidad y corrieron cerca de 100 metros hasta llegar al lugar. Había muchos curiosos, policías tratando de controlar el tráfico y paramédicos de otras corporaciones que habían llegado antes.

Eliezer apoyó a Jesús, de la Cruz Roja, y a Sergio, del instituto de Bomberos, quienes establecían el Sistema de Comando de Incidente ante la magnitud del choque.

Utilizaron las “quijadas de la vida” que Isabel, Marco y otros compañeros del Heroico Cuerpo de Bomberos, ya había organizado para rescatar a la familia prensada entre los fierros del coche, mientras los demás socorristas se enfocaron en los estudiantes heridos que viajaban en el camión ahora volcado.

Al quitar el toldo hecho añicos del coche, vieron a una criatura de dos años, con vida; estaba entre los dos asientos delanteros. El chofer y la acompañante también estaban vivos.

—¿Cómo está mi esposa?… ¿Cómo está mi hijo? —preguntó el hombre, entre los fierros, moribundo, rodeado de rescatistas.

—Están bien, no se preocupe, los están atendiendo —repusieron los paramédicos. Respire profundo —le recomendaron al tiempo que los demás apoyaban a Eliezer a instalar la mascarilla de oxígeno, con ayuda de su jefe, el secretario de Protección Civil, Eder Mancilla, y otros compañeros más que le controlaban la hemorragia y aplicaban soluciones intravenosas.

Se tardaron 20 minutos más en liberar las piernas prensadas del chofer. La mujer copiloto estaba somnolienta y quejumbrosa, con fracturas. Cada uno fue internado en la ambulancia y llevado al hospital.

—Cuando liberamos al chofer, con múltiples fracturas, que era el que estaba más prensado, se escucharon aplausos de los presentes —recuerda Eliezer, de 33 años, esbozando una sonrisa—; son momentos de satisfacción por haber salvado una vida más, dice.

Eliezer, con la camisa manchada de sangre, se quedó tranquilo hasta que todos los lesionados fueron llevados al hospital. Con sus compañeros limpiaron el aceite de la carretera de los vehículos involucrados. Eran las 4:20 de la tarde.

Eliezer regresó a la base nuevamente, agotado, se bañó y se cambió en espera de otro servicio de emergencia; tenía muchas llamadas pérdidas en su teléfono celular y mensajes infinitos de reconocimiento a su trabajo, pues lo habían visto en las transmisiones en vivo de las noticias en las redes sociales.

En toda la noche de guardia, alrededor de una mesa y tomando café, el accidente fue motivo de plática entre compañeros.

Eliezer contó que siempre tiene presentimientos y quizá por eso la noche anterior no le agarraba el sueño. Daba vueltas en la cama hasta que se durmió solo para que la alarma de su reloj lo despertara una hora después.

A las 7 de la mañana del sábado, al día siguiente del accidente, salió de la guardia de su trabajo y se fue a su casa.

Su esposa lo recibió con el mismo beso que lo recibe siempre y le dio un abrazo.

Una hora más tarde, se fue a la Escuela Nacional de Protección Civil, donde estudia la Licenciatura en Urgencias Médicas Prehospitalarias. Hace un par de años egresó de la Carrera de Derecho, es técnico en urgencias médicas e instructor en primeros auxilios.

¿Quién iba a pensar que aquel niño, que le tenía miedo a la sangre, se dedicaría a salvar vidas?

Hace 18 años, cuando él tenía 17 de edad, su hermana lo invitó a un curso de primeros auxilios en la Cruz Roja de Ocozocoautla, de donde es originario, para vencer su miedo a la sangre, y ahí se quedó, para siempre, con este oficio de salvar vidas como paramédico.

Su lema es: Vivir para servir, servir hasta morir.